¿Y si regalamos narraciones en esta Navidad?

Publicado el at 12:27 pm
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¿Y si regalamos narraciones en esta Navidad?

Por: Daniel Salazar Alvear
Académico de la carrera de Educación Parvularia
Escuela de Educación
Universidad Viña del Mar

OPINIÓN.- La narración es una estructura que da sentido a la vida, nos encontramos en la palabra, pero también en el reflejo de los ojos de otros, en esa sonrisa cómplice de haber vivido algo interesante que contar o inventar. En la narración empatizamos, aportan valores y sentidos, tejemos hilos entre acontecimientos, jugamos, creamos vínculos, generamos identidad y pertenencia, formando comunidad.

Hace un tiempo, quizás para nuestros abuelos, la narración cobraba sentido y orientaba a la vida porque había una cultura de la narración. Es decir, de alguien que quiera ser parte de un estar dispuesto a escuchar atentamente la historia de ese otro. Se traspasaba sabiduría de generación en generación, desde un abuelo a su nieto, desde una madre a su hijo, desde un vecino a su comunidad. ¿Estamos dispuestos a entregar tiempo para regalar o escuchar narraciones de nuestras familias o comunidades?

El filósofo Byung-Chul Han, sostiene que vivimos actualmente en una época donde nada narra, donde cada vez contamos menos historias, perdemos tradiciones, refranes, experiencias pasadas, juegos típicos, porque todo es momentáneo y evanescente. Imaginémonos una gran fogata, donde todos estábamos atentos a la narración, en un ambiente de aprendizaje, de disfrute, que luego podría ser remplazada por la mesa del comedor en un día domingo en familia. Pero hoy, se acabó la forma de reunirnos de antes, porque fuimos remplazados por la pantalla digital, como consumidores individualistas, aislados. Las propias “historias” de Instagram, que son autorreferencias y autoexhibiciones, fragmentos de tiempo sin extensión narrativas. Son imágenes que desaparecen, o que solamente informan o publicitan instantes que se pierden en la memoria digital o en la sociedad del espectáculo.

Vivimos el tiempo de Story Telling, ese arte actual de contar historias breves, que se suelen usar en el márquetin, la publicidad y la política. Pero ahí hay un vació narrativo, no generan comunidad. No generan cohesión o sentido de querer ser escuchadas por más de un par de minutos. No hay paciencia para escuchar. Es el tiempo del lector de noticias, que va saltando de una novedad a otra novedad, de contingencia en contingencia. Byung-Chul dice que eso nos puede llevar a un desencantamiento del mundo, hacer distancia en la propia familia, comunidad, nación. Porque hemos perdido la capacidad de escuchar con atención, de transmitir sabiduría en los hogares, de vincularnos familiarmente desde la infancia con narraciones de nuestros antepasados, pero también con los vivos.

Por: Daniel Salazar Alvear Académico de la carrera de Educación Parvularia Escuela de Educación Universidad Viña del Mar

Desde ahí, es necesario volver a la narración oral y al lenguaje verbal. Como afirma Isabel Serrahima, volver a la artesanía de la comunicación, el diálogo y la escucha. En esos años, se dan los momentos simbólicos de mayor importancia. Narrar en las infancias es encontrarnos desde la cuna, creando espacios de confianza, espacios de proximidad, de esperanza, de apego, de contacto sensible a un otro. Los niños y niñas necesitan “nutrirse de relatos”. Nacemos envueltos en voz, en conciencia fonológica, en rima, en canción. Narrar genera curiosidad, necesidad de expresarse, hacer hipótesis. Porque el modo en que contamos historias sobre nuestras vivencias personales, familiares, comunitarias y otros acontecimientos humanos, reflejan una visión del mundo, una construcción particular de la realidad.

En momentos donde pareciera que nos falta una narración que, de sentido a vuestras comunidades, o lo que queremos como país, porque cuando pensamos una constitución, es necesario pensar qué hacemos en nuestros hogares para transmitir sabiduría, encuentro y propósitos comunes. Y que mejor que en estas fechas navideñas, regalemos una narración, para ser compartida o abrir oportunidades al espacio del encuentro, brindando confianza de sentirse escuchados, valorados, para ese potencial imaginativo de nuestras infancias.

Quienes estamos a cargo de acompañar a las nuevas generaciones, debemos volver a encontrarnos en la escucha de las palabras, convirtiendo la narración en un acto mágico de recuperar el valor de los relatos familiares y comunitarios.

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