Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Como siempre, los intereses personales o partidistas de los políticos, los llevan a mostrarse tal como son y no como quieren aparentar que son. Hoy en día, estamos a dos meses de ir a votar el “A Favor” o “En Contra” de la Constitución, que está a unos días de ser entregada en su texto que será definitivo. Ya hay muchos políticos que han dicho que votarán en contra y otros a favor, no importando que el proceso no se haya cerrado.
No me cabe duda que gran parte de la ciudadanía mira este triste espectáculo que están dando al seguir dándole vueltas y vueltas al tema constitucional, como si eso fuera lo único que les importa a los chilenos, mientras los delincuentes siguen avanzando, repartiendo el temor en los hogares de todo el país, la educación muy complicada, la economía paralizada, la salud en crisis profunda, la vivienda en tono trágico. Nada de esto parecen ver los políticos y se esmeran por entregarnos la varita mágica de la Constitución, con la cual el país renacerá.
Hay algo de tontera en esta forma de entender las cosas. Los países, las personas, logran mejores posiciones trabajando, creciendo económicamente. En Chile tenemos leyes aprobadas para que se trabaje menos horas a la semana, un aumento del sueldo mínimo que ha traído consecuencias en el desempleo y trabas para una verdadera libertad de trabajo, para jóvenes y adultos mayores. Nos hemos llenado de bonos que reparte el Estado y de una serie de formas de hacer que muchos chilenos no quieran trabajar y sus puestos sean ocupados por extranjeros, como lo vemos a diario. Hay algo que está mal en esta forma de enfrentar la realidad.
El nuevo texto de la Constitución fue redactado por 24 expertos, en equilibrio político, sin embargo, cuando lo tomaron los consejeros elegidos en representación de los partidos, comenzaron los problemas y las discusiones. Se volvieron a notar las dificultades que causan los extremos, tanto de izquierda como de derecha, que terminaron confundiendo a la gente sobre lo que entregaron los expertos.
La nueva Constitución agrega elementos importantes relacionados con el medio ambiente, no sólo perfeccionando lo que decía la Constitución del 80. Sino agregando además al Estado en las responsabilidades de mitigar los daños ambientales y del cambio climático, pensando en las futuras generaciones. También trata a la seguridad como un tema preferente, al fijar la creación de la esperada Defensoría de las Víctimas, junto con diversos aspectos vinculados con el combate al crimen organizado. Hay un claro reconocimiento a los pueblos indígenas, que son parte de la Nación chilena, una e indivisible. Atrás quedó el plurinacionalismo.
También propone paridad entre hombres y mujeres, una mejora en la participación ciudadana, el derecho a la vivienda, el agua y la protección de los datos, todos avances significativos para una mejor calidad de vida de los chilenos.
No se trata de una Constitución del Partido Republicano, como han querido señalar los que, desde su punto de vista, quieren oponerse a la aprobación del nuevo texto, dejando al país otra vez, en un vacío innecesario. Si no se aprueba, rige la antigua y el Congreso podrá seguir haciendo modificaciones. O sea, varios años perdidos por mezquinas disputas políticas. Terminemos de una vez con el asunto constitucional y respaldemos el texto elaborado por un grupo de expertos inteligentes e independientes, con alto valor académico, y lo que es más importante: que entre ellos llegaron a un completo acuerdo y terminaron su sesión final cantando todos juntos el himno nacional y no a gritos y groserías como los consejeros elegidos.
No hay que perder esta oportunidad de cerrar el tema constitucional. El próximo domingo 17 de diciembre votemos “A Favor” y pongámosle fin a tanta palabra inútil, impidiendo que los políticos nos vuelvan a proponer “otro proceso”. Chile necesita seguir avanzando en los grandes temas que afligen a la gente.
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