La semana pasada me tocó ir a reportear un caso de asesinato en un barrio considerado como uno de los peores de La Calera. Un joven de 29 años fue apuñalado en el corazón mientras compartía tranquilamente con sus amigos en la esquina de su casa. El sujeto que le dio muerte a este vecino había estado toda la tarde buscando pleitos. Drogado y ebrio llegó hasta la casa del muchacho, al ser echado desató su furia y sin pensarlo le dio muerte con un cuchillo cocinero ante todos los que estaban aterrados mirando la escena. Nada pudieron hacer incluso porque el sujeto ya había cumplido antes una condena por este mismo delito por lo que era un individuo sumamente peligroso.
A medida que me acercaba al lugar para conversar con los vecinos o la familia de la víctima me imaginé una serie de situaciones. Si bien ya había estado ahí en otras circunstancias y por cierto algo nerviosa esta vez por el contexto en que iba me sentí incómoda y por qué no decirlo atemorizada, pensé que me echarían de mala manera, que no querrían hablar o que simplemente por ser prensa me mandarían al carajo. Sin embargo, el escenario fue otro. Grata fue mi sorpresa cuando en forma muy educada y serena me invitaron a pasar, ofreciéndome algo para beber y accediendo sin reparos a hablar y contestar todas las preguntas que en ese instante iban apareciendo por mi cabeza.
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Conversé además con otros pobladores quienes parecía que querían aprovechar la oportunidad para desahogarse y contarme todo lo que vivían a diario.
Según las estadísticas de delincuencia en la comuna el barrio se sitúa en el primer lugar de victimización y temor en la población. Por años muchos vecinos de la población Manuel Rodríguez han tenido que sufrir contra la estigmatización, siendo vistos como delincuentes y drogadictos llamados por muchos años “Los del pueblo sin ley”.
En el barrio reclaman con fuerza que la mayoría de sus habitantes son gente de esfuerzo, trabajadora y honesta pero en voz baja admiten que su situación es compleja. Viven atemorizados, escuchando constantemente balaceras, riñas callejeras, cuentan que a veces se tienen que quedar haciendo guardia para cuidar sus hogares y reconocen que muchas veces no duermen tranquilos. “Siempre estamos con las antenas alertas” comenta una vecina. Así van formandoun carácter duro y a la defensiva porque en la vida esto ha sido su mejor arma.
En 2015 la población fue favorecida con el programa estatal “Quiero mi Barrio” donde se construyeron nuevas áreas verdes, juegos para los niños, arreglaron la cancha e hicieron innumerables actividades para los más pequeños. Se destacó en ese entonces la fallecida presidenta de la Junta de Vecinos, Carmen Moya, quien representó a todas las personas que querían y aún quieren ver su barrio en buenas condiciones, gente de respeto, trabajadora que lucha como todos por tener una mejor calidad de vida, pero que a diferencia de nosotros tiene que enfrentarse con la inseguridad que provocan otros que ahí conviven que sí son delincuentes, gente que es buena, honesta y les tocó la lucha diaria de vivir en el centro del miedo.