Las ciclovías se han instalado en todo el mundo porque forman parte de una nueva forma de desarrollo urbano, al facilitar el tránsito de los ciclistas, que contribuyen a disminuir la contaminación de nuestras ciudades.
Nadie podría discutir hoy en día la importancia que tienen, especialmente en las zonas suburbanas, o en otras palabras, en esas zonas intermedias entre el campo y la ciudad, donde a diario vemos cientos de ciclistas que van o vienen de su trabajo.
Durante el gobierno de la Presidenta Bachelet se destinaron grandes recursos fiscales para que las ciudades construyeran ciclovías y se aprobaron muchos proyectos que modernizan las ciudades, mejoran su conexión vial y crean circuitos internos que favorecen el deporte y la recreación.
En las grandes capitales del mundo, y sin ir más lejos, en Santiago, las ciclovías son unas zonas demarcadas en el pavimento, que quitan una pequeña franja de la zona vehicular. Están pintadas de color azul y líneas blancas a ambos extremos. Todas gozan de una importante señalización. No son de dos anchas vías, sino de una angosta que permite el flujo de dos bicicletas.
Nadie entiende por qué en La Calera las ciclovías son tan torpes.
El proyecto llamado irónicamente “Mejoramiento del Tránsito y Ciclovías”, lo postuló el alcalde Eduardo Martínez y durante su mandato -en agosto del 2016- se iniciaron las obras. Como lo primero que se vio fueron las ciclovías del bandejón central de la población Cemento Melón, los vecinos quisieron entender que todo estaba muy bien, ya que se abría un espacio en un área de recreación, sin embargo, cuando comenzaron a achicarse las veredas de la plaza, comenzó a notarse que todo parecía haberse diseñado en Santiago, por gente que no conocía la ciudad.
Pero cuando las ciclovías comenzaron a construirse en las calles del centro de la ciudad, inmediatamente se vio el desastre que venía. Muy anchas y con una separación de cemento que parece un pequeño murito divisorio. Se achicaron las calles y lo que es peor, quedó impedido el estacionamiento a la orilla de la vereda, con lo cual, se alejó a las personas del comercio y a los vehículos de carga y descarga de la necesaria cercanía para entregar y retirar mercadería. Además, por falta de coordinación, los contratistas abrieron hoyos en todos lados y no terminaban nunca, dejando un caos sin precedentes en las manzanas centrales de la ciudad.
Un daño innecesario al comercio del centro histórico y comercial de la comuna.
El proyecto contempla 18 kilómetros de ciclovías y ya está hecho cerca del 70%. Lo razonable sería que la alcaldesa Trinidad Rojo detuviera las obras y lograra que las ciclovías no pasen por el centro comercial, sino se desvíen más hacia fuera. De esta forma corregiría el mal trazado que aceptó el alcalde Martínez y podría ofrecer una mejor alternativa al diseño de las ciclovías.
Proteger el centro de una ciudad, donde se desenvuelve parte activa de la vida comunal, es una tarea obligada de los alcaldes y sus concejos municipales. Velar por esa protección es pensar en el futuro.