Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Hay señales que aparecen en el horizonte de un país y que no pueden dejar de ser tomadas en cuenta. Los carabineros que se están retirando de la institución son la clara señal de una crisis, que debe ser interpretada como el surgimiento de una nueva debilidad en el sistema de seguridad nacional. Decir que son carabineros que están aburridos de las malas condiciones actuales es completamente insuficiente. El problema es mayor.
Un oficial que pidió su retiro después de estar 28 años en Carabineros, le contó a un periodista de “La Tercera” que “la gente se está yendo. No sabemos si vamos a estar intervenidos por el poder civil, si seguiremos existiendo o no. Los chats de los colegas están repletos de incertidumbre por el plebiscito, además, los jefes no nos dicen nada”.
Es evidente que hay preocupación por el cambio de estatus que viene en el proyecto de Constitución, donde se le siguen quitando atribuciones a la función policial. Eso podría significar que si gana el Apruebo podría haber una baja generalizada de funcionarios que no quieren seguir perteneciendo a Carabineros. No sabemos en qué cantidad, pero siempre es riesgosa la pérdida de funcionarios con experiencia en un tema tan sensible como la seguridad ciudadana.
Lo que estamos viendo desde el año pasado es un éxodo voluntario muy importante, ya que entre enero y junio del año pasado se fueron 478 efectivos. Ahora, entre enero y junio de este año ya van 597 efectivos retirados. El estatuto de la institución les permite acogerse a retiro a oficiales y suboficiales con 20 años de servicio, quedándose con la pensión completa.
Las principales razones de los retiros son la incertidumbre institucional, ya que nadie les explica bien qué harán con Carabineros; el exceso de carga laboral y el peligro para cumplirla, ya que al faltar personal los turnos se hacen más intensivos y el cansancio los deja más expuestos a los que los atacan; finalmente, hay una causal que es muy importante y es que se abrió una amplia oferta de trabajo en el mundo privado, ya que ante la creciente y violenta ola delictual, aumentaron los requerimientos de guardias para empresas e instituciones.
Los carabineros mueren en actos de servicio y después de un par de discursos no hay nada más. Nadie legisla a favor de los protectores de la seguridad de los chilenos. A nadie tampoco se le ocurre llamar a otras personas que no sean los Carabineros cuando sufre una emergencia. Entonces, todo esto no tiene sentido.
A lo ya complejo del problema, hay que agregar que nadie quiere ser carabinero y que a las nuevas postulaciones se ha presentado la mitad de los que llegaron el año pasado. Y si todo sigue igual o peor, menos personas querrán vestir el maltratado uniforme verde.
La salida de más de mil 300 carabineros en dos años no puede ser vista como un problema menor, ni tampoco podemos decir que no es una señal poderosa de la crisis que estamos viviendo, ya que la autoridad -de una u otra forma- ha permitido que esto ocurra, al dejar pasar virulentos ataques a Carabineros, justificando la violencia en contra de ellos.
Con la seguridad del país no se juega.
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