Por Roberto Silva Bijit
Fundador de Diario “El Observador”
Tal como están las cosas y la gran cantidad de críticas al trabajo de los constituyentes, una posibilidad cierta sería que el texto fuera rechazado.
De hecho, ya aparecieron los resultados de la primera medición en que el rechazo supera al apruebo. La Encuesta Plaza Pública de Cadem, señala que mientras el 46% votó por el rechazo, solo un 40% estuvo por el apruebo, quedando un 14% que contestó que no sabe o no responde. Estos resultados son una reafirmación a la avalancha de comentarios adversos a los nuevos artículos de la Constitución.
En todo caso, tenemos muy poca y muy mala información sobre lo que está pasando, ya que se anuncian resultados parciales que se someten a un pleno, después se dice que esos serán los artículos definitivos y después se anuncia una comisión de armonización que volverá a revisar todo lo obrado. No se entiende y no hay cómo hacerlos entender que la gente no está al tanto de lo que verdaderamente está pasado en la fabricación de la nueva Constitución.
En ese plebiscito de salida, que podría efectuarse en agosto de este año, nos entregarán un voto que pregunta: “¿Aprueba Usted el texto de nueva Constitución propuesto por la Convención Constitucional?”. Las respuestas posibles son solo dos: apruebo o rechazo.
Como la situación está confusa, hay muchas organizaciones y personas que están planteando una tercera vía a esas dos respuestas. Decir por ejemplo, rechazo pero apruebo la propuesta de Constitución X.
Es decir, abrir una puerta a otra opción en momentos que existen grandes rechazos a muchas de las ideas que se han ido aprobando. Esa otra opción podría contener unos 20 puntos claves con los cuales los ciudadanos estarían de acuerdo.
En las condiciones actuales si se rechaza significa que se mantiene vigente la Constitución de 1980 que hoy nos rige. Sin embargo, entre los que están por el rechazo existe mayoría por aceptar el cambio a la Constitución, pero no están de acuerdo con el texto propuesto.
La Constitución tampoco puede ser aprobada por una mínima mayoría (51%) sino debería ser apoyada por lo menos por los dos tercios de la población, de modo que represente a la gran mayoría de los chilenos.
También hay voces que piden cambiar las palabras “apruebo o rechazo” por “sí o no”, para no hacerlo tan tajante y buscar una tercera vía de respuesta.
Como quiera que sea, no se ven buenos vientos para la nueva Constitución porque han tocado demasiados puntos importantes para el país de manera muy liviana. Además, son tantos los frentes abiertos, como sectores que se oponen terminantemente a su aprobación.
Necesitamos una Constitución que nos una, un texto que dure los próximos cuarenta años y no una nueva gran ley que nos separe y nos lleve a mayor caos político, a mayores divisiones, a más profundas trincheras.
Los chilenos estamos esperando señales de unión para el futuro.
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