Escribo estas palabras desde una posición de privilegio. Sí, es verdad, al igual que algunos de los que leen esta columna. He sido un privilegiado toda mi vida por el solo hecho de ser hombre. Curioso, pensará Usted. Fíjese que lamentablemente, no es tan curioso y desafortunadamente es una verdad.
Muchos (y muchas también) se espantan y rasgan vestiduras por la lucha que hoy libran las mujeres en nuestro país por cambiar una forma ancestral de ver el mundo y por la reivindicación de sus derechos. Porque seamos claros, el patriarcado, el machismo y la subvaloración de la mujer no es algo nuevo, así ha sido siempre, pero eso no quiere decir que sea bueno.
¿Por qué digo que como hombre soy un privilegiado? Porque nunca he sentido miedo de caminar solo en la calle de noche, porque nunca he temido ser el último pasajero de una micro, porque nunca he debido soportar agarrones al trasero de desconocidos, porque nunca me ha seguido alguien de manera lasciva, porque nunca me han dicho “¿no crees que esa ropa es muy sugerente?”, porque cuando estoy de mal humor no me preguntan si “estoy en mis días”, porque no me pagan menos sueldo por mi género.
Eso, y muchísimas cosas más, deben soportar las mujeres, todos los días. No es exageración. Mi pregunta es ¿deben las mujeres sufrir eso en silencio, vivir con miedo? Claramente no.
Apoyo, entiendo y valoro la lucha de las mujeres y la mirada feminista por visibilizar todo acto de violencia y dominación de la que son víctimas. Es algo importante, aunque muchos hombres -aún hoy- piensen que no es prioritario, claramente porque miran todo desde la posición de privilegio a la que me referí antes. En otras palabras, como no les ha afectado nunca, creen que son temas menores. Por eso también se valoran los movimientos feministas y organizados que han surgido en Quillota y La Calera, pues ayudan a este proceso justo y necesario.
¿Por qué una mujer debería soportar que un desconocido, con el cual no tiene ningún grado de confianza, se exceda verbalmente en la calle? ¿Por qué debería soportar que un compañero de trabajo apoye su mano sobre su rodilla o que un jefe abuse de su poder para acosarla y asediarla? ¿Deben aguantar recibir un sueldo inferior solo por ser mujeres?
El machismo es algo intrínseco y afincado prácticamente en los genes de los hombres. Así hemos sido criados, formados y deformados en una cultura patriarcal. Pero quiero decir que es posible cambiar, es más, es necesario. Personalmente, como hombre, comencé a hacerlo. No es fácil, requiere decisión e intención, hechos más que palabras, que permitan concretar este proceso de deconstrucción y romper con la cultura imperante por siglos.