Por Roberto Silva Bijit
Fundador de “El Observador”
Cada voto será decisivo. Cada uno será contado y recontado en las mesas. Cada sufragio podrá llevar la derrota o la victoria de su candidato. Nunca una elección presidencial fue más compleja, más incierta y más ajustada.
Vaya a votar, defienda sus ideas, identifíquese con uno de los dos candidatos de la segunda vuelta, sabiendo que uno de ellos será Presidente de Chile el domingo en la noche. Sabiendo también, que en el ambiente ultra polarizado en que estamos, esa misma noche la mitad de Chile estará en contra del ganador.
Siempre se repite que debemos ir a votar, como una cantinela cívica que tenemos que aceptar, sin embargo, ahora se produce algo muy especial: es verdad que cada voto puede cambiar el resultado de la elección, cada voto puede definir el futuro de Chile, el destino del país en los próximos cuatro años.
Y más se aumenta la responsabilidad del votante, del ciudadano que ama a su patria, cuando al analizar las dos opciones que tenemos para votar, ambas representan uno de los extremos opuestos de la política chilena. Blanco y negro. Derecha derecha. Izquierda izquierda. Modelos económicos, políticos y sociales completamente distintos y hasta opuestos.
La solución no es votar en blanco o votar nulo. Nunca esa ha sido una solución, es más bien, una falta de respeto con Chile y con el valor de nuestras autoridades. Mientras más votos hay, mayor es la representatividad de los elegidos. Si por responsabilidad de la mayoría de los chilenos esos dos nombres llegaron a la final, hay que definirse por uno de ellos. Por el que más le guste. Por el menos malo. Por el mal menor.
Hace años que la abstención (quedarse en la casa mirando por la tele como los demás ciudadanos votan) le viene jugando una muy mala pasada a la democracia representativa. Justamente por eso, porque le quita representatividad a los elegidos. Vota el 47% de los inscritos en el padrón electoral. Por eso cuando un candidato gana con el 40% de los votos (muy escaso que alguien lo logre), significa que es el 40% de 47%, es decir, menos del 20% de los que votaron.
Resulta grave para la sobrevivencia de una democracia saludable, que los presidentes, diputados o alcaldes elegidos con las mayores votaciones, tengan menos del 20% del respaldo de los ciudadanos, incluso algunos llegan al dos o tres por ciento. Un verdadero escándalo que aceptamos y del cual somos cómplices cuando nos quedamos en la casa el día de la elección.
No fallemos este domingo.
La elección es muy importante, porque efectivamente cambiará los destinos de nuestra nación. Que las fuerzas políticas estén empatadas en el Congreso, no le resta fuerza a la tremenda acción que ejerce un Presidente de la República en el futuro de cada una de las familias del país. Eso es lo que está en juego, todas las decisiones, para allá o para acá, que tome el Presidente. En nuestro sistema político, el presidencialismo es muy abrumador y las acciones de un mandatario pueden llevar a la ruina o la felicidad de miles de personas.
No lo dude, aunque sea votar por el menos malo es entregar un voto válido en esta trascendental elección presidencial.