Soterrear el tren. Ésa es la exigencia que puso sobre la mesa la alcaldesa de La Cruz, Maite Larrondo, luego de conocerse que estarán a disposición los 15 millones de dólares para el desarrollo de las ingenierías básicas y de detalle para el retorno del metrotren hasta La Calera.
Su argumento se basa en la convicción de que la frecuencia del convoy será mucho mayor a la que actualmente tiene el tren de cobre y los efectos de ese ciclo afectarían negativamente la ya compleja circulación de vehículos del acceso a La Cruz por Pedro Aguirre Cerda, en el paradero 14; la plusvalía de las propiedades inmobiliarias -el eje de desarrollo de la comuna-; y la drástica división en dos que sufriría La Cruz.
La postura parece muy radical, si se piensa en los años de lucha para que un gobierno siquiera pensara –primero- y dispusiera de recursos –después- para traernos de vuelta el tren. Sin embargo, hay voces que no han aparecido aún en el debate público, con posiciones políticas muy diferentes a la alcaldesa, que comparten esta idea, desde posiciones de influencia muy relevantes.
Una de ellas sería la del intendente regional, Gabriel Aldoney, a quien se le reconoce como una autoridad con enormes conocimientos sobre esta materia y ha sido un interlocutor muy informado en las conversaciones con Merval, Ferrocarriles y el Ministerio de Transportes.
seguramente se sabrá qué tan viable es esta idea, que suena tan difícil de ejecutar en una primera mirada, pero pareciera no ser un sueño tan imposible de cumplir”.
Él es partidario de imponer un desafío a los actores involucrados en el diseño del proyecto de retorno: analizar en detalle sus efectos positivos en el ámbito del desarrollo urbano, donde las alternativas de trazado y el soterramiento deben ser parte de esa reflexión. Coincidentemente, así también lo ha planteado en privado el gobernador provincial de Quillota, César Barra.
La habilitación de un tren subterráneo no sólo sería parte el análisis para el tramo Limache – La Calera, sino además podría atender las demandas para hacer lo propio en Villa Alemana.
Los fundamentos son muy potentes. Cuando, en 2003 se ejecutaron las obras de construcción del túnel subterráneo entre la estación Chorrillos y el reloj de flores, en Viña del Mar, los argumentos giraban en torno al ordenamiento vial, pues se solucionaría la enorme congestión en los cruces ferroviarios y ampliaría la superficie para unir Álvarez y Viana y convertirla en una gran avenida.
Pero cuando empezó a operar el tren subterráneo, los efectos positivos fueron mucho mayores: se generó enorme desarrollo económico, comercial e inmobiliario; creció el espacio de uso de suelo en superficie, se generaron condiciones para la construcción de edificios de vivienda y oficina, centros comerciales y diversas otras actividades económicas.
Lo que será clave en este debate es el modelo de negocio que proponga la empresa y si contará o no con la voluntad política, derivada del gigantesco subsidio público a la obra: ¿Se concesionarán áreas comerciales? ¿Se asociará el negocio del transporte al inmobiliario? ¿Se echará mano a la tarifa para financiar este modelo?
Resueltas esas incógnitas, seguramente se sabrá qué tan viable es esta idea, que suena tan difícil de ejecutar en una primera mirada, pero pareciera no ser un sueño tan imposible de cumplir.