Este fin de semana que pasó volvemos a lamentar la muerte de jóvenes en la zona por trágicos accidentes vehiculares, una realidad que nos golpea cada vez que tenemos que despedir a un vecino, familiar, compañero, y en este último caso, a una joven sanfelipeña, estudiante de tan sólo 17 años.
Un escenario que parece trágico, pero que sin embargo, refleja lo que sucede a nivel nacional con los jóvenes que asumen la responsabilidad tras el volante, ya que según el último estudio publicado por la Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito, a la fecha ha aumentado un 50% los accidentes viales protagonizados por personas entre los 15 y 29 años, convirtiéndose en la principal causa de muerte de este grupo etario en el país.
Duele pensar que no hemos aprendido, y más que eso, que no hemos entendido lo que arriesgamos cuando bebemos alcohol y manejamos, argumentando de manera infantil que “curado manejo mejor” o pensando que, por una cuestión divina, “a mí no me va pasar”. A los jóvenes que piensan así les comento que hay muchas probabilidades de que algo malo nos pase, en cualquier horario, en cualquier lugar, por lo mismo es nuestro deber aplicar el autocuidado.
Aun habiendo logrado aprobar una ley que protege a la ciudadanía ante choferes irresponsables, pareciera que la muerte de la pequeña Emilia no nos es suficiente para asumir que no se puede manejar con alcohol en la sangre. ¿Cuántas campañas preventivas más necesitamos? ¿Con cuánta más severidad hay que aplicar la Ley Emilia y que recaiga en todos por igual?
Son preguntas que derechamente no deberíamos estar haciéndonos a estas alturas, después de tantas pérdidas, pero parece importante recordarle a los jóvenes que también somos vulnerables, y que, aunque tengamos 16, 17 o 19 años, también podemos ser los victimarios y cargar por el resto de los días una mochila bastante pesada.
Como vecina de San Felipe puedo decir que duele perder a cada joven sanfelipeño que fallece en este tipo de circunstancias, pero también que causa rabia saber que el fatal accidente se debe muchas veces a la ingesta de alcohol. Es en ese momento, cuando creo que tenemos la responsabilidad de seguir conversando sobre el tema –y discutiendo si es necesario- con amigos, familia, y sobre todo, con nuestros hermanos, primos o nietos que sean adolescentes.
Finalmente, si como jóvenes nos cuesta cuidarnos –una solicitud que pareciera es demasiado pedir-, al menos tengamos la madurez de pensar en el resto, logrando dejar de lado el yoyoísmo, saliendo en colectivo o radio taxi si vamos a tomar. Así evitaríamos muertes de inocentes, que es al final, lo que más terminamos lamentando.