Asegura que desde hace tres años está libre de vicios y hoy disfruta de una nueva vida
QUILLOTA.- Las drogas duras representan un mal enquistado en la sociedad actual y han acabado con la vida de millones de personas en el mundo. Muchos, pese a tener la fuerza de voluntad para salir de este flagelo, finalmente sucumben ante la enfermedad y vuelven a recaer.
Pero afortunadamente existen casos esperanzadores de hombres y mujeres que, en base a su convicción y voluntad, han logrado vencer al vicio. Así pasó con John Pérez Cornejo, quien llegó a Quillota hace tres años en busca de una nueva oportunidad para salir adelante.
Según relató John a “El Observador”, su historia comenzó en San Felipe, hasta donde llegó junto a su familia a los 11 años. Estudió y se tituló de técnico en Estructuras Metálicas, pero su relación con las drogas comenzó antes de salir del colegio.
“Empecé fumando marihuana a los 14 años y a los 22 pasta base. Tenía un amigo con el que íbamos a las carreras de galgos en Los Andes, donde conseguíamos marihuana. Después íbamos a Santiago, la cambiábamos por pasta base y en San Felipe la vendíamos”, relata con vergüenza sobre su vida pasada.
Además, dice que durante 30 años mantuvo una doble vida. “Formé una familia y tuve dos hijas, pero ahí estaba el fantasma de la droga. Tenía episodios de lucidez pero luego volvía recaer. Dejaba todo botado, era una vida de mentira. Muchas veces tomé la decisión de cambiar pero el vicio era más fuerte”, cuenta.
EL VIAJE QUE LO CAMBIÓ TODO
Cansado de esta situación, hace tres años John decidió dejar su casa para buscar una nueva oportunidad. “Le dije a mis papás que cuidaran a mi hija y con 100 ‘lucas’ en el bolsillo tomé un bus a Quillota. Acá llegué sin nada, sólo con ganas de arreglar mi situación”, afirma. Y en esta ciudad, afortunadamente, la vida le dio una nueva esperanza.
“Al día siguiente fui a la Municipalidad, me inscribí en la OMIL y a los tres días me llamaron para un trabajo en Concón. Tuve suerte, pero ese primer mes fue como estar viviendo en el infierno”, manifiesta, agregando que ahorró cada peso ya que ni siquiera llegó con ropa a la ciudad.
“De a poco me fui comprando cosas, trabajé mucho y después de un tiempo me pude independizar para empezar con mi negocio de artesanía en madera. Partí yendo a comprar a Chilemat a pie, pidiendo las sobras que iban a botar. Después compré un poquito y ahora voy en mi propio vehículo. La gente de ahí creyó en mí desde el principio y me han ayudado mucho”, dice agradecido.
Según asevera John, en septiembre cumplió tres años sin consumir, tiene su negocio propio y a fin de mes materializará uno de sus sueños más anhelados. “Mi hija mayor, de 19 años, se vendrá a vivir conmigo a Quillota, ya que quiere buscar una universidad cercana. En algún momento lo veía imposible, pero hasta ahora ha sido mi más grande logro. Todavía estoy peleando por las visitas de mi hija menor, pero este es un gran avance”, dice emocionado.
John, hoy de 50 años, cree que su historia puede llegar a inspirar a otros, por eso quiso compartirla con los lectores de “El Observador”. En este sentido, el artesano menciona que “me gustaría hacer charlas en colegios y en instituciones, para que más gente sepa que es posible cambiar su vida y ganarle a las drogas”.