Gente chismosa hay desde siempre a través de la historia. Es un fenómeno que se da en cualquier estrato social y entre personas que en general llevan por dentro una vida muy pobre y muy poco inteligente. Suelen inventar situaciones con el fin de perjudicar a otra persona y dañar su imagen y, para ellos, la mejor forma es destruirla a través de rumores y mentiras.
Pareciera que gozaran del poder que da inventar estas intrigas y sorprender por su carácter de novedad o primicia a quien escucha y da crédito a esta información ambigua y, a veces, incoherente.
El chismoso envidia. Siente frustración por el éxito del otro, su dinero, su inteligencia o belleza. Es un problema que representa un sentimiento de inferioridad ante los logros ajenos y que pretende opacarlos de cualquier manera.
Decía el sabio Don Quijote de Miguel de Cervantes Saavedra, que la gente chismosa es aquella que le tira piedras a los árboles que dan frutos.
Están los típicos vecinos que quieren saber de la vida de los demás a través de las ventanas, escuchando por las paredes, saliendo a barrer o a regar para saber qué pasa al frente, lo que da pie a situaciones más bien jocosas y poco dañinas, chismes de barrio, sin embargo, hay otras un poco más peligrosas.
Hace poco fui testigo de cómo un grupo de personas chismosas y malintencionadas, basadas en argumentos falsos, intentó acabar con el trabajo de un hombre honesto sólo por el hecho de que interfería en sus intereses personales y con su presencia opacaba sus propias vidas. Afortunadamente no lo lograron ya que su inconsistencia no ganó terreno. No obstante, a veces los chismes perjudican a las personas de por vida.
Tal el caso de un hombre que, por el recelo de su mujer, fue acusado en redes sociales de aberraciones como que incluso había abusado de su hija, y terminó perdiendo su trabajo, su credibilidad y la confianza de mucha gente, pero cuando las mentiras se aclararon ya no había vuelta atrás. Y sin ir más lejos está el caso de Álvaro Henríquez, del grupo Los Tres, de quien se dijo que estaba drogado y borracho en su último concierto en el Festival de Talagante cuando en realidad estaba enfermo.
Lo cierto es que el chisme es adictivo y una peste que se va contagiando de persona a persona que les encanta el “cuchicheo” y no encuentran algo más que hacer con sus aburridas vidas.
Hay que tener cuidado con estas mentirillas que de inofensivas nada tienen y, aunque el chisme se multiplica con facilidad, cuando llega a oídos de una persona inteligente, muere definitivamente.