El cuerpo de “El Tata” llevaba casi dos meses sin ser reclamado por su familia
LA LIGUA.- María Rojas Aravena es una mujer de 50 años conocida en la comuna por su solidaridad. Ha dado refugio a varias personas en situación de calle, con quienes ha compartido a propósito de su trabajo como vendedora ambulante.
En este contexto, un hombre apodado como “El Tata” la invitó a su ruco ubicado en la ribera del río, para que se enterara de la realidad en la cual vivía. Eso fue la tarde del jueves 13 de agosto.
Si bien muchos lo conocían por ese nombre, él se llamaba Osvaldo Segundo Lavados Villalobos. Tenía 63 años y era oriundo de Chillán. Había llegado a la ciudad hace un par de años y su salud no era la mejor, debido al consumo de alcohol y su vida en la calle.
Claro vestigio de ello eran las heridas que tenía en su cuerpo y en su cara. También, comúnmente se le veía deambular por la Plaza de Armas y por las principales arterias de la ciudad e incluso cuidaba vehículos en calle Serrano.
Y la mañana del viernes 14 de agosto, fue encontrado muerto en las cercanías del río. Estaba boca abajo y, según las pericias policiales, su deceso fue producto de un infarto al miocardio.
“Había estado hablando con él, justo lo iba a ir a ver ese día, pero no se pudo hacer nada. Como que presintió que algo le iba a pasar”, dijo María. “El Observador” dio a conocer su fallecimiento en la edición del martes 18 de agosto, informando que sus funerales y sepultura eran inciertos.
Y así fue como pasaron casi dos meses sin que el cuerpo de este hombre en situación de calle fuera reclamado por su familia. Por lo tanto, sería colocado en una fosa común, lo que motivó en el corazón de María una decisión.
“LE DÍ SEPULTURA”
Mientras la comunidad seguía con sus días normales, María comenzó a buscar la forma de poder hacer algo por su querido “Tata”. Su cercanía con el fallecido le impulsaba a hacer algo, sobre todo considerando que nadie se había preocupado por él tras su muerte.
“Estuve en distintas partes preguntando qué podía hacer, pero me dijeron que debía esperar un tiempo porque había un hijo que aparecía registrado. Sin embargo, con el paso de los días, él dijo que no se haría cargo”, comentó apenada.
Pasaban los días y no había avance, hasta que recibió el aviso de que con un poder judicial podría retirar el cuerpo. “No sabe la alegría que tenía cuando me dijeron que lo iba a hacer como corresponde, porque él no era un perro, era un ser humano”, reflexionó emocionada.
De manera paralela, asistió a la Funeraria Los Castaños mientras esperaba la autorización para disponer del servicio gratuito. De igual forma, el municipio entregó un terreno en el cementerio de Valle Hermoso para concretar la sepultura de “El Tata”.
El miércoles 30 de septiembre, el cuerpo de Osvaldo fue trasladado hasta el camposanto de Valle Hermoso, siendo despedido por los trabajadores del recinto, por María Rojas y por el concejal Patricio Pallares Valenzuela, quien solía darle comida. “Pude darle una digna y linda sepultura”, dijo la vecina.