Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Nunca en la historia de Chile votaron tantos chilenos, por lo tanto, nunca antes hubo un resultado con mayor legitimidad que el Rechazo, que logró hacer participar al 85,81% del padrón electoral. De ese total alcanzó el 61,9%. Un triunfo no solo aplastante, sino de gran representatividad (estoy pensando en parlamentarios que tienen menos de un 10% de representatividad en el padrón electoral).
Bienvenido el voto obligatorio, bienvenidos los deberes de los ciudadanos, que no pueden creer que solo deben disfrutar de sus derechos. Bienvenida la realidad con la totalidad de los votos, incluyendo esos millones de chilenos que nunca antes votaron, que se quedaban en sus casas sin importarles el destino de Chile. Una vocal de mesa me contaba que muchas personas de entre 40 y 60 años no sabían votar, porque nunca antes habían ido a las urnas. Chile ganó en representación. Ahora, los partidos tendrán que jugar con todos en la cancha. Esto se parece más a una democracia verdadera.
La Constitución del 80 fue rechazada por el 78% de los chilenos. Esta propuesta mal hecha fue rechazada por casi el 62%. Tenemos que hacer una nueva Constitución. Chile ha tenido tres constituciones importantes: 1833, 1925 y 1980. Nos toca ahora hacer una nueva, que sea en verdad la casa de todos, sin sectarismos (el pueblo ya demostró que quiere prudencia, que rechaza los extremos) y que represente a la gran mayoría de los ciudadanos.
¿Quién escribirá esa Constitución del 2023?
No está completamente claro, pero hay algunas pistas. Tiene que tener un origen democrático, es decir, habrá que elegir del modo más sensato a un grupo de personas a nivel nacional. Un grupo más reducido, que sea integrado por personas que combinen conocimientos con democracia. Deberá participar el Congreso Nacional (será el momento de ver la calidad de nuestros políticos y si están a la altura de las circunstancias históricas que vivimos) y por supuesto, conducir el proceso el propio Presidente de la República, que en su discurso señaló que: “Me comprometo a poner todo de mi parte para construir, en conjunto con el Congreso y la sociedad civil, un nuevo itinerario constituyente… que interprete a una amplia mayoría ciudadana”.
La noche del domingo el Presidente Boric volvió a usar un tono moderado y de unidad nacional. Hizo un llamado a respetar la “cultura, tradiciones y símbolos”, manifestando su rechazo a las actuaciones refundacionales que caracterizaron a los constituyentes, que el día de la inauguración de la Convención impidieron la interpretación de la Canción Nacional. Del mismo modo y para reforzar su idea de continuidad histórica, dijo que Chile ya se había enfrentado a grandes dificultades en 1818, por la guerra con España por nuestra independencia, con O’Higgins y Carrera a la cabeza; en 1851 con la revolución durante el gobierno de Manuel Montt; en 1891, con la revolución civil que dejó 10 mil chilenos muertos y al Presidente Balmaceda suicidado en la embajada argentina; en 1925 cuando Arturo Alessandri se vio obligado a aceptar una nueva Constitución, y finalmente en 1988, con el triunfo del plebiscito que derrocó en las urnas al general. El Presidente Boric sólo mencionó las fechas, pero bien vale una explicación a su muy buen discurso en una dura noche de derrota, que lo enfrentó con la realidad de lo que piensan los chilenos, que votaron a favor del Apruebo, casi en el mismo porcentaje que lo aprueban a él como mandatario.
Chile necesita políticos generosos que pongan al país por delante, que abandonen su egolatría y que quieran servir más que servirse.
Chile necesita una sola bandera para salir adelante.
Imagen Redes Sociales