Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Es verdad que se ha avanzado mucho en el reconocimiento de las personas con discapacidad, tanto porque se sigue generando una infraestructura pública para ellos, (que todavía es muy insuficiente) como porque la gente tiene ahora menos actitudes de rechazo cuando le toca compartir con personas con discapacidad.
Faltan más terraplenes para que suban o bajen con sus sillas de rueda, mejores accesos a lugares donde se ofrecen espectáculos públicos, más ascensores, más espacios para estacionamiento, así como más baños adaptados para ellos.
Sin embargo, el principal tema de la inclusión es la permanente discriminación hacia los discapacitados, esa manera que tenemos de mirarlos en menos o tratarlos como “pobrecitos”, lo que finalmente, produce el rechazo.
Superar esa falta de sensibilidad tiene mucho que ver con la forma que estamos educando a los jóvenes, a los que poco les enseñamos para que aprendan a tolerar la discapacidad, mientras que existen muchos mensajes para ayudarlos a ser más tolerantes con la homosexualidad y la raza o etnia, por ejemplo.
Cayó en mis manos una interesante receta para la inclusión, que me parece muy clara para ese mejor entendimiento del tema al que nos estamos refiriendo.
La receta no tiene nivel de dificultad y todos pueden acceder a ella. El tiempo de preparación es el mismo que se tarda en leer la receta.
Los ingredientes son usar un lenguaje correcto para referirse a las Personas con Discapacidad, darles un trato adecuado, respetar los estacionamientos, las rampas y accesos, así como respetar los baños habilitados.
La elaboración tiene que ver con la forma en que nos referimos a ellos. Hay que tratarlos como “personas con discapacidad” y no como inválido, lisiado, enfermito, pobrecito, angelito, sordomudo, cieguito, bendición, etcétera.
Cuando uno se dirige a estas personas hay que hacerlo directamente a ellas, no a su acompañante, llamándolas por su nombre, mirándolas a los ojos y con un lenguaje digno y acorde a su edad, sin infantilizar la conversación; con paciencia para las respuestas; ni muy rápido ni muy despacio; sin miedo a equivocarnos; con naturalidad y mucho respeto; sin subestimar sus posibilidades ni sobreestimar sus dificultades; tampoco demos por sentado que necesitan nuestra ayuda; preguntar antes de actuar y no hay que ofenderse si uno es rechazado.
No hay que estacionar en los lugares reservados para personas con discapacidad, aunque el trámite que se va a realizar sea tan sólo por “cinco minutitos”, ya que ellos tienen un porcentaje muy bajo de estacionamientos, que es apenas el 1 por ciento, mientras el resto tiene el 99 por ciento de los espacios.
Cuidar de no obstruir el libre paso desde y hacia las rampas de acceso, que no siempre están bien señalizadas.
Al ser inclusiva esta receta es ideal para cualquier época del año y durante los 365 días. Se puede preparar con los hijos, con familiares y amigos, en el trabajo o en el colegio.
La inclusión social de las personas con discapacidad y sus familias es tarea de todos, porque no es la discapacidad lo que hace difícil la vida, sino los pensamientos y acciones de los demás.
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