Estudio de salud mental reveló que la actividad física y “hacer nada” son algunas de las estrategias usadas por los encuestados para hacer frente a los estados emocionales que atraviesan
QUILLOTA.- Antes, hablar de salud mental era un tema tabú. De hecho, ir al psicólogo -para muchos- era sinónimo de “estar loco”. Sin embargo, con el paso del tiempo, la percepción de las personas en torno a su salud mental fue cambiando, asumiendo que determinadas situaciones son provocadas justamente por nuestras emociones.
Por eso, en medio del contexto pandémico en el cual nos encontramos, vale la pena preguntarnos cómo estamos y cómo nos sentimos. Esta misma interrogante fue planteada por la Unidad de Desarrollo Urbano e Innovación de la Municipalidad de Quillota, la cual en conjunto con la Escuela de Psicología de la Universidad Andrés Bello realizaron una investigación.
Ésta lleva por título “Análisis de la salud mental en la población de Quillota en un contexto de crisis social y pandemia” y estuvo a cargo de la profesional Paola Quezada, quien contó con la colaboración de los alumnos en práctica Carla Lavín de la carrera de psicología y Nicolás Astudillo de sociología.
ESTRÉS Y ANSIEDAD
Este primer diagnóstico sobre la salud mental de los quillotanos arrojó interesantes datos, los cuales permitirán planear estrategias de acuerdo a la situación local. Éstos fueron obtenidos a través de una encuesta, aplicada en noviembre del pasado año, que fue respondida por más de 600 vecinos de la comuna.
Los resultados se presentaron la semana pasada, de forma virtual, en una sesión que contó con la participación de representantes de distintas áreas, a fin de trabajar en alianzas con la ciudadanía, privados, academia y municipio, generando una coordinación mutua para elaborar un plan de promoción de salud mental.
Dentro de las conclusiones del análisis, destaca que el 50% de las personas encuestadas dijo que su salud mental ha sido “regular” con tendencia a lo negativo, poniendo a la ansiedad y el estrés como las emociones más frecuentes.
La investigadora Paola Quezada dijo que “estamos todavía con los primeros efectos de un estrés postraumático. Éstos, generalmente, duran alrededor de 72 horas luego de una tragedia. Sin embargo, nosotros llevamos nueve meses en estado de alerta, ya que aún tenemos incertidumbre sobre cómo se va a resolver la pandemia”.
Por otro lado, las mujeres se han visto mayormente afectadas por ser las que lideran las tareas del hogar, a lo que se suma en muchos casos el trabajo virtual y el cuidado de los niños. Además, están más propensas a algún tipo de violencia. Esto coincide con que fueron ellas quienes respondieron la encuesta en un 80%.
FACTORES PSICOSOCIALES
A su vez, el rango etario marcó tendencia entre los 30 y 59 años, es decir, la población laboralmente activa y principalmente proveniente del área educacional, lo que habla de una sobrecarga y necesidad de cambio en este rubro en específico. Y dentro de los factores psicosociales que más afectaron se cuentan la disminución de las relaciones interpersonales, las clases, el estudio y el trabajo virtual, además de no poder salir del hogar.
En relación a las opciones para afrontar la crisis, las dos respuestas más frecuentes muestras acciones evidentemente opuestas. En primer lugar está la actividad física como hacer deporte en casa, caminar y andar en bicicleta, seguida por la opción “ninguna”, es decir, hay un porcentaje de personas que declaró no haber hecho nada para sobrellevar la pandemia.
Esto abre un abanico de posibilidades respecto a por qué no asumieron acción y puede responder a falta de tiempo, carencia de recursos y exceso de trabajo, así como una ausencia del hábito de autocuidado y reconocimiento de emociones. Finalmente, ante la pregunta de si solicitaron alguna consulta en el servicio público o privado para atender su malestar, la mayoría respondió que no.
Eso sí, acudieron a “ayuda externa” traducida en medicina alternativa y búsqueda de información en Internet, lo cual lleva a reflexionar sobre qué están leyendo las personas y cuáles son sus fuentes. En este sentido, Paola Quezada explicó que esto “habla también de una desconfianza que existe con lo institucional, donde las personas reconocen que, más que buscar una ayuda institucional, necesitan darse un espacio para identificar qué es lo que les hace bien”.