Apiló los palos e hizo una fogata para sanar sus heridas, pero una vecina tomó fotos y la denunció
QUILLOTA.- El 16 de agosto, Alejandra Arancibia Vicencio se encontraba en su casa junto a un maestro realizando diversas reparaciones. Este hogar colinda, por medio de un pasillo, con la casa familiar donde vivió gran parte de su niñez.
Al caminar entre esos espacios que le eran familiares llegó hasta el patio de la otra casa y vio un antiguo cuarto usado como bodega, que le hizo recordar los horribles abusos sexuales que vivió en ese lugar desde que tenía siete años y que se repitieron por varios años, por parte de un familiar.
Como una forma de sanación, le solicitó al trabajador que desarmara la bodega y apilara los palos en patio. Luego ella quemó la precaria construcción, sintiendo alivio al ver como ésta se destruía.
Desafortunadamente, una vecina observó esta quema, sacó fotografías y grabó videos para luego denunciarla, causando que Alejandra tuviera una citación al 2° Juzgado de Policía Local por una quema no autorizada. El pasado lunes Alejandra acudió a la citación pero el juzgado se declaró incompetente, por lo que la causa se derivó al Ministerio Público.
“Ahora debo esperar que me cite la Fiscalía y así saber si me van a formalizar, eventualmente por incendio, pero eso no debiese ser así porque el hecho no fue un incendio. Yo quemé unos palos como quien quema leña para hacer un asado”, expresó fastidiada Alejandra.
Sin embargo, Alejandra teme que si se configura aquel delito tenga que pagar una pena de cárcel que parte en los 5 años de prisión por algo que, para ella, simplemente fue una quema de palos que además significó una especie de sanación ante los abusos que sufrió.
En tanto, hoy se encuentra a la espera de esta citación, que en el mejor de los casos podría ser archivada o incluso obligarla a pagar una multa por la quema de estos palos que formaban la bodega que tan malos recuerdos le traía.
HISTORIA DE ABUSOS
Alejandra, hoy de 33 años, comenzó a sufrir ataques sexuales a los siete años, , pero cuando cumplió 11, el hombre consumó la violación, vejamen que reiteró en diversas ocasiones.
A los 15 años decidió denunciar estos abusos aunque, al no tener el apoyo de otros familiares, su denuncia nunca prosperó y el hombre sólo fue sentenciado por el abuso en contra de otras menores, mientras que la carpeta de Alejandra se adjuntó a dicho caso solo como un antecedente.
Alejandra recibió como una bofetada la condena recibida por su abusador, 541 días de libertad vigilada, algo que para la joven es insuficiente comparado a todo lo que le ha tocado vivir y a las distintas terapias a las que debió someterse, para hoy lograr tener una vida feliz junto a su esposo y sus cuatro hijos.
