Quillota: El enigma de la desaparición de Lisette Cataldo

Publicado el at 25/07/2022
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La quillotana  es otra de las mujeres desaparecidas en la zona, cuyos casos han sido sellados, luego que no se pudiera saber qué pasó con ellas 

QUILLOTA.- El 1º de junio de 2017 se publicó en el Diario Oficial la supuesta muerte de Lissete Andrea Cataldo Vargas. Un día antes se habían cumplido diez años de su extraña desaparición. Incluso, ese día, el 30 de mayo de 2007, se determinó como la fecha presuntiva de su muerte

La sentencia definitiva, que se hizo pública en la fecha indicaba en el Diario Oficial, supuestamente, buscaba poner fin al drama de una familia quillotana y la conmoción que generó, en la ciudad y la zona, la desaparición de la joven sampedrina que trabajaba como conductora de un taxi colectivo. 

Lissete Andrea Cataldo Vargas es otra de las mujeres desaparecidas en la zona, cuyos casos han sido sellados, luego que no se pudiera saber qué pasó con ellas. Hay varios casos más que guardan los anaqueles y los archivos judiciales. En algunas (Pascal Alvarado Soto, de Puchuncaví), se ha logrado dar con los responsables, pese a que la data de su desaparición había superado los diez años. 

En el caso de Lissete Cataldo, cuyo rostro con gruesos lentes, tapizó las paredes de las ciudades de la zona y fue tema de varias semanas en “El Observador” no se ha llegado a concluir qué le ocurrió, para desaparecer de todo el entorno suyo. Sólo el pequeño párrafo del Diario Oficial que da cuenta de su “muerte presunta”. 

La historia de la joven conductora de San Pedro representa una impunidad que es inaguantable. Lissete Cataldo tenía 30 años y conducía un taxi colectivo de Quillota. El 30 de mayo de 2007 se le vio por última vez a bordo del vehículo que conducía. Había dejado la casa familiar en San Pedro, para desarrollar las tareas de su oficio, por las calles de la ciudad, durante el día. 

Sin embargo, no volvió nunca a casa y su taxi colectivo fue hallado en la ruta entre Nogales y Puchuncaví, a la altura del kilómetro 14,5. En una parte del vehículo se podía apreciar un extraño cartel que señalaba: “Fui a buscar bencina”. El taxi colectivo, detenido en el alejado sector, tenía las llaves puestas y en su interior, los policías que llegaron inicialmente encontraron sus objetos y documentos personales. 

Había un sospechoso

Las pesquisas de entonces, a cargo de un ex Fiscal de Quillota y equipo especial de Carabineros, no pudo concluir nada. Pese a que había un sospechoso, cuyo nombre se escribía en las murallas en las murales de la ciudad junto con el adjetivo de “asesino” no se avanzó mucho en la investigación. Pese a que se utilizaron técnicas de investigación que, entonces, sólo se veía en las películas. 

La residencia del sospechoso, padre de un profesional que prestaba, entonces, servicios a Carabineros en otra ciudad, fue revisada completamente. Incluso, se aplicó “Luminol” en casi todos los sectores de la casa del que la familia de Lissete catalogaba como sospechoso. El Luminol puede ser utilizado para detectar la presencia de sangre.  

Entonces, en 2007, “El Observador” fue a la casa del sospechoso para preguntarle por Lissete Cataldo. La familia de la conductora desaparecida sabía que el hombre tenía alguna relación con el padre del dueño de la residencia. El lugar era extraño, estaba cubierto -hasta el techo- de alambres de púas, había vidrios que, en realidad, eran espejos y el lugar tenía impregnado un olor a Formalina. 

El hombre, de una edad avanzada pero firme en su apostura, reconoció que conocía a Lissete, mostró un mapa hecho por él a mano y manifestó su hipótesis respecto de la desaparición de la joven. Según su opinión -que refrendaba, pasando su mano sobre el papel del mapa dibujado- la joven se quedó sin combustible y fue por ella, subiendo hasta los bosques de Pucalán (Nogales-Puchuncaví). 

Cada cierto tiempo, se acercaba una mujer (de unos 45 años, que se trasladaba de rodillas por el salón) para ofrecer té. Se notaba que el hombre tenía un enorme dominio de ella, que mantenía su cabeza gacha. La teoría de la que daba cuenta el hombre es que Lissete se metió en los bosques de Pucalán. Que allí había pirquenes de mineros y leones (pumas). 

Según aseguraba, con el dedo apuntando en el mapa el lugar de los supuestos pirquenes o las aguadas donde llegaban los “leones”, eran los sitios donde debía buscar la policía. Que se habían equivocado en revisar su casa y en sospechar o imputarlo de un delito que él sería incapaz de cometer. Por su edad y los valores que había mantenido, entonces, ya en su vida de sexuagenario. 

Archivaron el caso

La resolución final del caso, que se archivó luego de algunos años, en gran parte repitió la teoría del hombre que la familia de Lissete calificaba como sospechoso. Se indica que la joven ingresó a los tupidos bosques de Pucalán, con la seguridad que le otorgaba unos supuestos conocimientos de sobrevivencia. 

La buscaron con enormes equipos policiales por toda el área donde, supuestamente, había ingresado a los densos bosques. También, los investigadores rastrearon otros sectores y otras comunas. Su familia acudió a síquicas, que tampoco pudieron dar pistas de Lissete. Nada se logró con todas las pesquisas y, menos, con las supuestas percepciones ultrasensoriales. 

Nunca se halló algo de ella. Ni su ropa, sus lentes ni los objetos que debía portar si había ido a buscar bencina. Además, el estanque del vehículo tenía suficiente combustible para llegar a varias gasolineras. La desaparición de Lissete Andrea Cataldo Vargas, 15 años después, es un completo e inaguantable enigma. Lo cubrió un pequeño párrafo que habla de su presunta muerte en el Diario Oficial. 

Lissete Andrea Cataldo Vargas, cuyo rostro cubrió las calles de Quillota y comunas vecinas luego de su desaparición en mayo de 2007

 

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