Querida comerciante y suplementera, que falleció esta semana, estuvo a cargo de un minimarket en la Corvi por más de cuatro décadas
QUILLOTA.- Familiares, vecinos y amigos coreaban la canción “La Familia”, del dúo Pimpinela, mientras despedían a la querida comerciante y suplementera Ana Elisa del Carmen Millán Carrasco, de 66 años.
La tarde del martes, en el cementerio municipal del Cerro Mayaca, cientos de personas se reunieron para darle el último adiós a quien en vida fuera, por más de cuatro décadas, la dueña del local “Provisiones Anita”, ubicado en calle Freire 928, justo frente a la antigua plaza de Los Caños donde se ubica el busto a Arturo Prat.
Fue la menor de cuatro hermanos, hija de Juan Pablo Millán y Elisa Carrasco. Nació el 15 de diciembre de 1952 en el Hospital San Martín de Quillota y fue la única hija de este matrimonio que siguió los pasos de sus padres, quienes se dedicaban al comercio. “Provisiones Anita” se convirtió en un punto de referencia para los vecinos de la Corvi, donde varias generaciones de quillotanos llegaban a comprar bebidas, café, dulces e incluso “El Observador”.
Ana Millán conoció en 1982 a quien fue su gran compañero de vida, Antonio Galarce Pizarro, quien llegó hasta un costado del local como controlador de buses. Se conocieron y con el paso del tiempo él se convirtió en su esposo y compañero de vida por 37 años. De esta relación nació su único hijo, el profesor de Lenguaje Antonio Galarce Millán, quien era el orgullo de esta mujer.
Reconocida por su trato amable, era alegre y cooperaba en variadas actividades, siempre de forma anónima. Esta mujer además albergaba en su corazón el amor por los colores de San Luis de Quillota, heredado de sus hermanos Pablo y Pedro, como así también el de la Universidad de Chile, equipo de su esposo e hijo.
Conocida por su frase “Mi casa es humilde, pero con un corazón muy grande”, esta recordada vecina, quillotana acogió en su hogar a quien necesitara de su ayuda, tanto en las alegrías como así también en las penas.
LA PENA APAGÓ SU VIDA
Anita, a pesar de tener una alegría a flor de piel, en su interior llevaba una gran pena por la partida de sus hermanos mayores. De hecho, después del fallecimiento de su hermano Pedro Millán, un reconocido mecánico de citronetas de la zona a finales del año 2016, su salud decayó considerablemente, lo que le significó sufrir cinco accidentes cerebrovasculares, siendo el último el año 2017, quedando con secuelas de movilidad reducida.
Otro de los factores que afectó a esta esforzada comerciante y suplementera fue la crisis que vivió el comercio del sector tras la salida de la locomoción colectiva, ya que varios locales cerraron incluyendo el de ella y su familia, hace casi un año.
El pasado domingo, en medio de las celebraciones del Día de la Madre, Anita sufrió la pérdida de su conciencia de forma repentina. Pese al trabajo realizado por personal de SAMU aquel día, horas más tarde y por causa de una falla multisistémica en su organismo, falleció a las 10:15 horas del lunes, en compañía de su esposo, hijo y familiares.
La querida “Tía Anita”, como también era conocida, fue velada en la Parroquia Nuestra Señora de los Desamparados, siendo despedida la tarde del martes por un importante número de personas que llegaron para entregarle el último adiós tal como ella lo dijo un día: rodeada de flores.
Fueron tantas las que llegaron que fueron llevadas en una camioneta. Y cantando la icónica canción de Pimpinela, que para ella era un himno de vida, fue despedida por sus seres queridos. Las alegrías de tristeza se confundían con las de alegría, homenajeando a quien se encargaba de regalar cariño y empatía.