Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Mañana se volverá a conmemorar la gigantesca hazaña del piloto Cristóbal Colón que, en unas pequeñas embarcaciones, decidió salir del puerto de Palos a descubrir la India y traer sus barcos cargados de valiosas especies, con los que pagaría toda la costosa empresa.
Salió de Europa y las fuertes corrientes del océano Atlántico lo llevaron sin que pudiera casi evitarlo hasta Centroamérica. No descubrió nada, se topó con otro continente, que no era el que buscaba. Si no hubiera estado América habría seguido de largo y se habría topado con la India, con China, con el verdadero Oriente. Si bien Colón “descubre” América, porque es el primero que la muestra al mundo, no es precisamente su descubridor porque nunca estuvo en sus planes hacerlo. Iba a otro lugar y no tenía proyectos fundacionales, es decir, instalar en el nuevo lugar los dominios de su Rey y su iglesia católica.
En nuestro país también discutimos sobre quién fue el verdadero descubridor de Chile: si el español Diego de Almagro o el portugués Hernando de Magallanes.
Es un asunto que deben dirimir los académicos y los historiadores profesionales, que son los encargados de escribir e interpretar nuestra historia nacional. ¿Quién fue el descubridor? Hernando de Magallanes, el 21 de octubre de 1520 o Diego de Almagro en agosto de 1536.
Magallanes venía buscando un paso para llegar al sudeste asiático, no tenía la intención de descubrir Chile. Se topó con el fin de nuestra América y encontró un paso para cruzar entre los océanos. Su “descubrimiento” no tuvo en la época repercusión alguna con Chile.
En tanto que Diego de Almagro, un analfabeto al que le faltaba un ojo, se propuso hacer una expedición para recorrer territorios nuevos e incorporarlos a la Corona. Lo hizo con valentía y coraje. Cruzó a pie y a caballo desde el Cuzco hasta nuestro valles del río Aconcagua, precisamente hasta la zona de Quillota donde finalizaba una parte del camino del Inca. Se detuvo donde la naturaleza lo podía colmar de verde y de frutos (lo opuesto al desierto que acababa de cruzar). A su regreso informó que no existía el oro que le habían dicho y que fue recibido por el primer español que ingresó a territorio chileno, Gonzalo Calvo de Barrientos, soldado español que fue expulsado de las huestes de Hernando Pizarro por robar parte del botín cobrado por detener a inca Atahualpa. Calvo de Barrientos se casó con una ñusta (princesa incaica) y viajó desde el Cuzco hasta Quillota en unas andas transportadas por indígenas del Perú. Le habían cortado las orejas por ladrón y vestía ropas europeas. Su aspecto debió causar causó sensación en los primeros contactos con los habitantes de nuestra tierra.
Cuatro años después se inicia la conquista por Pedro de Valdivia. Todos sus actos formaron parte de un plan que venía avanzando desde México al sur para tomar este territorio para el Rey de España.
Quiero decir que había un proyecto de fundar ciudades y consolidar lugares, no asesinando indígenas, sino organizando una sociedad donde el mestizaje fue posible, no como ocurrió en Estados Unidos o en la Patagonia, donde exterminaron a los indios, incluso pagando una libra esterlina por dos orejas de un patagón.
Por lo tanto, el Descubridor de Chile seguirá siendo Diego de Almagro, un personaje que tiene méritos suficientes para ingresar por la puerta ancha a nuestra historia.
Ahora si uno quisiera decir quienes llegaron antes a América, tendríamos que partir por los canoeros asiáticos, que hace más de once mil años avanzaron por nuestras costas. Seguir con los vikingos, que encabezados por Leif Eriksson, instalaron una colonia al norte de la isla de Terranova, en el año 1.000 antes de Cristo, mucho antes que Cristóbal Colon fuera arrastrado por las corrientes hasta Centroamérica. Colón -como señalamos- no descubrió, al igual que Magallanes, se topó con una tierra nueva.
La voluntad de hacer un viaje de exploración o descubrimiento pertenece únicamente a Diego de Almagro.
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