No había familiares, no estaba su hermanita, ni sus padres y por supuesto tampoco sus abuelos. El pequeño Jhasim Guerra Pérez fue despedido de este mundo por vecinos, profesores, compañeros de curso y personas que ni siquiera lo conocían, pero que sufrieron como si fuera su hijo el dolor de sus últimos días.
Jhasim fue maltratado y golpeado hasta el cansancio y no recibió en su vida protección alguna. Llegó sólo hace siete años a un mundo hostil y bárbaro donde lo único que entendió de esta vida fue que él significaba un problema. Primero para sus padres -abandonados a la droga-, luego para el Sename y finalmente para su abuela, que demostró de la peor de las formas que no lo quería a su lado.
Quisiera creer que como niño aun pequeño en su inocencia se apegaba al colegio, a sus compañeros, a sus profesores y quizás a los regaloneos de su abuelo, a quien vi desconsolado en el hospital el día de su muerte.
Este caso ha calado profundamente en mí, porque además de tener que cubrir cada detalle de los hechos tengo un hijo de esa edad, frágil, curioso como todo niño y sediento de amor y protección. Hace poco estudiaba con él los Derechos de los Niños, que establecen que el Estado tiene el deber de velar por su seguridad y protección. Entonces, ¿cómo es posible que un niño quede en manos de una persona sin la capacidad necesaria para cuidarlo? Y no sólo él, pues también su pequeña hermana de cinco años debió volver al Sename, donde -sabemos- también ocurren tragedias con los niños.
Me hago muchas preguntas al respecto. ¿Acaso no evalúan psicológicamente a los adultos que se hacen cargo de los menores? ¿No fiscalizan la tuición? ¿No hay nadie del Sename que pregunte por lo menos una vez al mes cómo están los niños que volvieron a sus hogares?
Y ¿por qué a parejas bien constituidas, deseosas de tener un hijo y que no pueden, con todo un mundo de amor para entregar, les es tan difícil adoptar?
Además, las parejas del mismo sexo que se quieren, que llevan una buena vida y tienen estabilidad económica no tienen las mismas posibilidades para adoptar a un niño en muchos países como el nuestro. Sólo es legal en 26 naciones y algunas jurisdicciones de Australia. Se cuestiona mucho sobre qué vida llevaría un niño con padres del mismo sexo y algunos consideran el hecho como una aberración inmoral establecer la igualdad de derechos y otorgarles las mismas garantías que a una pareja heterosexual.
La capacidad de querer y educar no depende de la orientación sexual, lo que importa es que los menores crezcan siendo amados, respetados, cuidados y que se eduquen en un ambiente alegre y sin violencia y que no vuelva a ocurrir jamás el nivel de irresponsabilidad y de abandono que sufrió Jhasim por parte de quienes debían darle el amor y cuidados que merecía por derecho propio.