Roberto Silva Bijit
En pocas palabras son los que tendrán la alta misión de redactar la nueva Constitución de la República de Chile, la Constitución del 2023, como podría ser llamada.
La forma de elegirlos es la misma con la que elegimos a los diputados, es decir, por distritos. Durarán poco más de un año en el cargo y recibirán cerca de tres millones de pesos mensuales como remuneración. Como corresponde a un país centralista que no valora sus regiones, las reuniones de los constituyentes serán en el viejo edificio del Congreso en Santiago.
La buena noticia es que el 60% de los postulantes son independientes, lo que no significa que no tengan una posición política, pero al menos, no son miembros afiliados a partidos políticos. De las 1.191 candidaturas aceptadas en todo Chile, solo 471 corresponden a militantes.
Los diputados en el país son 155, la misma cantidad de constituyentes, pero tendrán 138 cargos generales y 17 serán escaños reservados para representantes de pueblos originarios.
Los constituyentes redactarán la Carta Fundamental del país, o sea, la ley que está por sobre todas las leyes, aunque han repetido que debemos aceptar que la nación ha acordado algunos compromisos internacionales que deben continuar vigentes, como los crímenes de lesa humanidad, la no prescripción de algunos delitos y otras normas de convivencia internacional entre las naciones.
Van a pasar a la historia, porque sus decisiones durarán por lo menos por los próximos 50 años y marcarán la historia de Chile en las próximas décadas.
La Constitución no es una ley muy larga. Tiene poco más de 120 artículos, pero define la mayoría de los grandes temas de Chile. No se puede meter en detalles. Por ejemplo, si vamos a hablar del derecho a la vivienda, tendrán que precisar qué entienden por ese derecho, pero no podrán intentar definir la casa mínima, los metros cuadrados de áreas verdes por la cantidad de viviendas construidas, porque todos esos detalles son materia de leyes especiales sobre la vivienda.
Grandes temas serán el derecho a la vida, sobre el cual tanto se ha dicho. La definición de la propiedad, que es clave en una sociedad. La forma cómo debe ser considerada el agua, para la que muchos piden que sea un bien del Estado, así como los minerales. La gratuidad en educación, los derechos en salud que forman parte de la definición del país que queremos. Por supuesto la previsión y las AFP, que ya no dan más.
La cantidad de legisladores, ya que siempre se ha pedido reducirlos y esta podría ser la oportunidad de quedarnos con una sola cámara, de unos 60 congresistas y terminar con todos los diputados y senadores, que son los que tienen más rechazos en la ciudadanía. Con 60 personas basta y sobra para hacer buenas leyes.
Podría darse el absurdo que mientras los constituyentes votan por una sola cámara, nosotros vayamos a votar por diputados y senadores en las elecciones de fin de año del 2022. En verdad, todo es un poco incierto, ya que esta forma de hacer una Constitución nunca la habíamos experimentado en toda nuestra historia.
Así como hubo un plebiscito de entrada (apruebo o rechazo) habrá uno de salida, para aprobar el texto que nos propongan los constituyentes.
Ahora ya sabe que cuando le pasen el voto de los constituyentes se trata de los candidatos que postulan a escribir la nueva Constitución.