LA CALERA.- Hondo pesar ha causado en la comunidad de La Calera, Hijuelas y Viña del Mar el fallecimiento de Pedro Fuentes Aguilera, conocido comerciante calerano, dueño de una historia de vida y de superación que fue ejemplo para muchos habitantes de la zona.
Pedro Fuentes Aguilera había nacido en Talca, y a los nueve años, su madre aburrida del alcoholismo de su padre, decidió partir a Santiago, donde comenzó a trabajar en una curtiembre, donde a los once años perdió uno de sus brazos en una máquina de lavado.
Unos años después se casó y fue padre de cuatro hijos. Para mantener a su familia, y con sólo un brazo, fue vendedor del diario “El Observador”, además ofrecía fotos, cancioneros, fue artesano, inventor, comerciante, fotógrafo del movimiento musical de la Nueva Ola y del Reloj de Flores de Viña del Mar, ciudad donde alguna vez se le reconoció su aporte.
Debido a su militancia en el Partido Comunista, luego del Golpe Militar de 1973, estuvo preso por varios meses en la Cárcel Pública de Santiago, donde compartió el presidio y torturas con importantes personeros del derrocado gobierno de la Unidad Popular.
Llegó a Tres Esquinas, en Hijuelas, a fines de los años 70, donde vendió helados en bicicleta, crió cerdos, vendió cachureos en la Feria de La Calera y se instaló con un kiosco en la calle J.J. Pérez. Fue suplementero, fotógrafo y un conversador infatigable. Siempre saludaba con un abrazo. Fue candidato a concejal por Hijuelas.
También Pedro Fuentes, fue un ícono de los discapacitados de la zona, inventó implementos que hizo un poco más fácil la vida de los que tenían problemas físicos en La Calera y la zona y un defensor de la Teletón, por la generación de conciencia de la realidad de los niños, aunque criticaba a los empresarios que se aprovechaban de ella.
Pedro Fuentes Aguilera, en los últimos años había dejado su kiosco a una inmigrante colombiana y se había retirado a su casa en Tres Esquinas. Allí, con su genio había montado una Radio Comunitaria. Estuvo al aire hasta que enfermó y murió. El hombre al que le faltaba un brazo, nunca dejó se saludar con un abrazo.