Así lo explicó el subprefecto Ernesto León, jefe de la Brigada de Delitos Sexuales y Menores de la PDI de Los Andes
LOS ANDES.- Plaza de Armas de Los Andes, 5 de la tarde. En un mismo lugar se aprecian dos escenas completamente distintas. En la primera, una joven madre camina junto a su hija mientras lleva un coche con otro pequeño, sin quitar sus ojos de encima de la niña que corre cerca del odeón de la plaza. Por otro lado, otra joven madre está sentada en una de las tantas bancas del lugar, concentrada en su celular mientras su hijo camina peligrosamente por el borde de la pileta.
Un hecho que puede resultar trivial demuestra dos realidades: padres eventualmente preocupados por sus hijos y los que, por diversas razones, no les prestan la atención suficiente. ¿Por qué el tema del cuidado y la atención toman relevancia en estos días? Es cosa de recordar lo que pasó semanas atrás con la pequeña Ámbar, quien falleció tras ser violentada en su propia casa, y aparentemente, por su propia familia.
Y es que, al menos durante los primeros días cuando el caso permaneció en la contingencia, parecía que toda la gente era consciente de la importancia de cuidar a los niños, incluso en algunos casos cayendo en la paranoia y en la sobreprotección. Sin embargo, a medida que la opinión pública se olvida de Ámbar y el dolor permanece solo para sus cercanos, da la impresión de que las personas nuevamente se despreocuparon de los más pequeños.
¿Cómo saber cuándo hay abuso?
El subprefecto Ernesto León, jefe de la Brigada de Delitos Sexuales y Menores de la PDI de Los Andes, posee una vasta experiencia en investigaciones donde los derechos de los niños y niñas han sido vulnerados. Y a pesar de sus años de labor, el caso de Ámbar no deja de sorprenderlo. Por eso sus palabras, más humanas que policiales, dicen: “nuestros hijos, valga la redundancia, son nuestros, y por lo tanto debemos cuidarlos y quererlos. Y por sobre todo, creerles”.
Esto se debe a que, de acuerdo al oficial de la PDI, un porcentaje importante de los padres no confían en sus hijos pequeños cuando éstos les confiesan haber sido víctimas de cualquier tipo de abuso sexual. “Los niños generalmente no mienten. Ante esa premisa, debemos estar atentos a ciertos patrones físicos o emocionales”, enfatizó el subprefecto León.
Dentro de los indicadores físicos que los padres o adultos responsables deben poner atención destacan los siguientes: dificultad para caminar y/o sentarse; dolor anal y/o vaginal; lesiones en la zona genital; ropa interior manchada o ensangrentada; entre otros similares. En cuanto a los emocionales, es posible que un niño o niña víctima de abuso presente cambios repentinos de comportamiento; baja inesperada del rendimiento escolar; relato de actos sexuales explícitos; y comportamiento o lenguaje sexualizado.
“Es importante reiterar la relevancia de creerle al menor, independiente de si el abusador es un familiar cercano. Y si el hecho se produjo hace poco, es ideal no lavarlo, guardar las ropas y llevarlo al servicio de Urgencia como también llamar a las policías correspondientes para que tomen el caso. Lo de no lavarlo se debe a que en sus ropas u órganos pueden haber restos biológicos que pueden resultar importantes para la investigación”, afirmó el jefe de la Brisexme.
“Nadie tiene el derecho a vulnerar la sexualidad de un niño y una niña, y lo bueno es que la sociedad lo ha ido comprendiendo, y por ende, se han hecho más denuncias. Pero todavía nos falta”, declaró el subprefecto León, quien añadió “cerca de un 90% de los casos de abusadores corresponden a familiares de la víctima”, preocupante cifra que enciende las alertas de la policía civil.