Por: Carolina Villar Santander
Jefa de carrera Psicopedagogía
Escuela de Educación
Universidad Viña del Mar
OPINIÓN.- La evaluación internacional PISA, en sus resultados publicados, demuestran que los y las adolescentes de chilenos/as lideran a nivel latinoamericano los resultados, sin embargo, aún se encuentran bajo el promedio OCDE, demostrando nuevamente grandes brechas a nivel mundial y principalmente en temas de género. Ahora, si bien el foco principal de esta prueba es medir las habilidades en matemática, lenguaje y ciencias en jóvenes de 15 años de países de ingresos bajos y medios, para estimar su rendimiento y recopilar información respecto al entorno de aprendizaje y permitir a los países tomar medidas para reorientar sus sistemas educativos. Pocos saben que esta evaluación también mide el pensamiento creativo, en cuanto a las habilidades para involucrarse en la generación de ideas que permitan dar solución a problemáticas de la vida real. Estos resultados solo se sabrán a partir junio de 2024.
Esta habilidad se relaciona directamente con la capacidad de pensar divergentemente, es decir, obtener variadas respuestas ante una determinada problemática. Al mismo tiempo, se relaciona con la capacidad de innovar, que se refiere a la posibilidad instituir ideas totalmente novedosas, aprendiendo a resolver problemas y asumiendo riesgos en situaciones en las que los cambios son constantes y requieren de un perfil de formación integral. Más que referirse a una capacidad intelectual, se relaciona con la capacidad de salir de situaciones problemáticas reales, buscando diversas posibilidades de solución contextuales a cada realidad, especialmente, en un mundo altamente conectado y competitivo.
Si proyectamos los resultados de la evaluación, considerando que quienes la rinden se encuentran prontos a ingresar a la educación superior, diversos autores señalan que las mayores dificultades que presentan los estudiantes universitarios en relación al proceso de formación de las competencias creativas como motivación, imaginación, originalidad, fluidez, independencia, junto a otros elementos como el aprendizaje creativo, el pensamiento creativo y el clima pedagógico creativo. Estas competencias que se señalan serían vitales para hacer más eficiente el desempeño profesional de los estudiantes, y para garantizar su pertinencia al desarrollo de los perfiles de egreso.
La falta de creatividad en una persona pueden repercutir negativamente en el desarrollo de competencias universales que ayudan a dar respuesta a la diversidad de campos ocupacionales, y organizaciones de desarrollo productivo altamente cambiantes e incidir incluso en la economía mundial, pues hoy se requieren perfiles de profesionales que sean capaces de ir más allá de lo existente o lo que se ha comprobado que funciona, sino que ir en la búsqueda de soluciones eficientes y eficaces, ante una evidente necesidad de comprender mejor las problemáticas sociales, económicas y culturales que le atañen a nuestra nación.
Por tanto, desde el punto de vista de la educación, conocer las características creativas de las personas, permitiría potenciar desde temprana edad, con programas orientados a favorecer el pensamiento creativo y la capacidad emprendedora, a través de metodología que permitan la exploración y el descubrimiento para la resolución de problemáticas de la vida real a través de la colaboración con otros.
El desafío debiese centrarse no solo en los jóvenes sino también en niños y niñas de edades tempranas, dando realce desde el currículum a metodologías transversales, que sean desafiantes, otorgando espacio para la creación de nuevo conocimiento, promoviendo la reflexión y apertura a la crítica formativa, el uso de material didáctico, llevar a la práctica los contenidos teóricos y utilizar las tecnologías a favor para apoyarse en ellas, no olvidar que la inteligencia artificial no tiene la habilidad para “imaginar” nuevas cosas, pues el ser humano no es reemplazable.