Roberto Silva Bijit
En Chile, durante el año que acaba de terminar, se cometieron dos crímenes diarios. La mayor parte de los homicidios fueron a balazos y en plena calle, lo que está demostrando que se trata de conductas asociadas a narcotraficantes.
En la zona se ha hecho repetido el tema de matar a balazos en la vía pública. Disparos en la cabeza en la mitad de la plaza de armas de Quillota, en el estadio y frente al mall. Disparos a quemarropa en la población. Disparos desde un auto en movimiento. Ningún culpable, ningún condenado y la violencia crece.
La noche del sábado dos baleados cayeron a un centro de salud en La Cruz y fueron atendidos y detenidos. Los venían siguiendo de Los Andes. Siempre lo mismo: no les habían pagado y venían a cobrar; les venían a quitar una entrega de mercadería o los querían correr de su territorio.
Cada vez se va configurando más la conducta de los narcos que se mueven con soltura en la vía pública, en plazas o en terrenos exteriores de un domicilio. Disparan desde autos y se dan a la fuga, con ataques dirigidos a una determinada persona. La mayoría de estos casos, comenta una oficial de los servicios policiales, se concentraba los fines de semana, pero ahora esos hechos ocurren todos los días.
Otra característica de estos casos es que resulta común que una misma persona en una causa sea imputada de algún delito violento y en otra sea la víctima, y que tengan antecedentes por narcotráfico.
No solo los funerales con fuegos artificiales, también hay una característica en el modo de actuar que hace que las víctimas heridas de gravedad o ya fallecidas sean abandonadas frente a un centro asistencial por un vehículo que luego se dará a la fuga.
Esa inseguridad nueva sigue creciendo según las cifras estadísticas que entregan las fiscalías. Hay una tarea en el sentido de continuar rescatando armas que están en las casas y que no tienen inscripción.
Durante el año que terminó fueron sacadas de circulación 2.574 armas, que fueron entregadas voluntariamente a la policía, o bien, que fueron encontradas en allanamientos. Más de la mitad eran armas cortas (pistolas o revólveres) y unas 500 eran armas largas.
Ese poder de fuego va asociado al narcotráfico y ha complicado de sobre manera la vida de muchas familias en las poblaciones, que han sufrido ataques directamente por estar en el entorno de alguna víctima.
Que el 60% de los homicidios ocurran en la vía pública está demostrando que a esos grupos nada los detiene y pueden moverse con facilidad en amplios territorios.
La pandemia cortó caminos para traficar, lo que complicó los flujos tanto de la cocaína como de la marihuana, agravando la comisión de delitos por ajuste de cuentas.
En todo caso hay que entender que si una familia tiene un arma de fuego en la casa que no la usa ni la usará, lo más lógico es entregarla. Y saber aceptar que el narcotráfico es un negocio que tiene muy buenos rendimientos económicos y por eso mueve a tanta gente.