Roberto Silva Bijit
Con esta casi semana completa de chilenidad, uno puede apreciar las capacidades que tenemos los chilenos para salir a divertirnos y encontrarnos con los seres queridos, para comernos uno o varios asados, para tomar lo suficiente y para, tal vez, haber bailado hasta una cuequita.
Es verdad que ahora hay más gente que se atreve a bailar cueca en las pistas dieciocheras, pero también es cierto que todavía hay demasiada gente que no sabe bailarla. Le damos poco tiempo a las cuecas y tonadas. Nosotros mismos las miramos en menos, entonces, será muy difícil volver a validarla y sentir que la podemos tener entre nosotros todo el año.
Hace unos años, en una disco, en un mes de abril, y sin que mediara ningún aviso, pegadas con el último tema cumbianchero, comenzaron a sonar tres cuecas, una detrás de la otra. Contrario a lo que uno pudiera pensar, la pista continuó tan llena como antes y nadie se perdió los tres pie de cueca. Inmediatamente después de las cuecas volvieron las cumbias. Me pareció un ejemplo. Lo primero es hacer sonar la cueca en todos los ambientes y en cualquier mes del año. Al abrir el espacio folklórico acotado, la gente responde y le hace empeño tratando de seguir lo mejor posible los compases de nuestro baile nacional.
Pero septiembre es diferente porque mezcla todo en unos pocos días: pichangas, asados, familia, anticucho, bandera, vino, amigos, empanadas, vacaciones, rodeo, volantines, cueca, chicha y chancho.
Las fondas repletas, la gente haciendo nata por todas partes, cientos y hasta miles de personas en los lugares de celebración. Mucha alegría y mucho consumo. Sobre todo eso: mucho consumo.
Entonces me pregunté, casi con una cueca de fondo: ¿Somos los chilenos más consumidores que ciudadanos?
Ser ciudadano es tener preocupaciones por nuestras responsabilidades cívicas, ser solidarios, colaboradores de nuestras comunidades, sentido de ser compatriotas que compartimos una Patria.
Ser consumidores es una tarea más individualista y consiste en hacer valer los derechos que me otorga el dinero para comprar lo que quiero o puedo. Los malls y el comercio, las compras por Internet, serían los nuevos centros de culto de este conjunto de personas que siente que valen por lo que consumen y por los derechos asociados a estos consumos, regulados por muchas normas, por el Sernac, Impuestos Internos, Carabineros y muchas otras organizaciones intermedias.
Hoy día vale ser consumidor más que ser ciudadano. Los días de elecciones los consumidores se quedan en la casa, mientras que los ciudadanos se levantan a votar. La vieja disyuntiva del hombre: ser o tener.
El consumo forma parte de un nuevo modo de vida. Los niños que antes eran llevados a las plazas para que jugaran y la familia a dar un paseo, ahora son llevados por sus familias a pasear por los pasillos de los malls y después al siempre lleno patio de comidas.
El ciudadano tiene una bandera, el consumidor tiene un billete.