Profesor experto en el tema de inmigración, Juan Pablo Subercaseaux, expuso en seminario de Fedefruta y ProChile que se realizó en Los Andes
LOS ANDES.- Ayer jueves se realizó un nuevo encuentro frutícola organizado por Fedefruta y ProChile, en las dependencias del Casino Enjoy de Los Andes. La jornada se dividió en dos etapas: un taller de exportación directa y un seminario para tratar temas como la inmigración y mano de obra agrícola asociada al crecimiento de frutales en la zona, nuevas plagas, mercado para uvas de mesa y carozos, entre otros.
Uno de los expositores fue el profesor de la Universidad Católica, Juan Pablo Subercaseaux, quien expuso sobre los alcances de la inmigración y como ha repercutido en la agricultura y en el valle de Aconcagua. “El Observador” conversó con el docente, quien detalló cómo los inmigrantes le están cambiando la cara a la economía local.
- ¿Cómo se puede definir el proceso de inmigración en el país?
“Históricamente, Chile había sido un exportador neto de personas. Hasta el 2010 había más chilenos fuera del país que inmigrantes en él. El promedio de inmigración a nivel mundial es de un 4%, mientras que históricamente Chile registra un 2%. En el año 2010, y por temas económicos, comienza a crecer la inmigración hasta un 2,6%, que sigue siendo baja. Pero en el año 2014 se produjo un salto, lo que significó que a fines del 2017 las cifras aumentaran a un 6,1%. Eso fue un crecimiento enorme”.
- ¿Y qué tan nuevo es el fenómeno de los inmigrantes en la agricultura?
“Con la inmigración, quienes nos dedicamos a este rubro, nos vimos muy favorecidos. Esto porque la escasez de mano de obra que se vio paleada por este proceso. Cuando hice un estudio en el año 2012, llegué a la conclusión de que había un 0,2% de extranjeros trabajando en trabajos agrícolas. Hoy, esa cifra asciende al 10%”.
- ¿De qué forma ha repercutido esto en el campo laboral?
“Siempre existe un mito al respecto. Para dar un ejemplo global, se piensa que a mayor robotización, mayor cesantía. Sin embargo, en Japón, uno de los países más robotizados del mundo, no existe el problema del desempleo. Pero en África, donde no existe la robotización, la cesantía es extremadamente alta. Por lo tanto, tanto la robótica, como en este caso la migración, permite la ejecución de labores que otros no quieren hacer. En este caso, los chilenos no quieren trabajar en agricultura, y eso abre puertas a los extranjeros”.
– ¿Las diferencias económicas podrían influir?
“Un inmigrante, al llegar a un nuevo país, no tiene otra opción más que trabajar. Por lo tanto, toma lo que pueda y que además, en relación a su país de origen, es una mejor paga. Hay extranjeros que en su propio país ganaban $100.000 al mes, mientras que acá reciben el sueldo mínimo, ($276.000). En definitiva, los inmigrantes toman lo que los chilenos no quieren tomar. Y Otro ejemplo: ingenieros agrónomos jóvenes de Chile deciden irse a Nueva Zelanda a cosechar manzanas, porque les pagan un sueldo aceptable e incluso puede aprovechar de viajar. Sin embargo, ese mismo sueldo para un neozelandés no es bueno”.
– ¿Y Los Andes está preparado para recibir a nuevos trabajadores en la agricultura?
“Lo que ha sucedido es que los inmigrantes escogen determinados lugares de acuerdo a las redes de apoyo, que va más allá de una política regional. Si en Los Andes y sus alrededores tuviesen una política activa para dar acogida a los inmigrantes, con una oferta mejor a otras regiones, eso decantaría en una mayor cantidad de inmigrantes hacia la zona”.