Walter Currilem dicta todas las semanas clases y se entusiasma con que sus “niños”, como los llama, aprendan mapudungun
SAN FELIPE.- El camino del profesor Walter Damian Currilem Maldonado podría haber sido muy distinto si su padre, Segundo Currilem Cheuquel, no lo hubiese mandado por necesidad a vivir con familiares al sur de Chile, en Mitrauquén Alto, en Lonquimay, en la Región de la Araucanía.
Así lo reconoce este joven de 27 años, quien recuerda sus días de infancia y adolescencia en tierras sureñas donde tuvo los primeros acercamientos con las raíces ancestrales que heredó de su padre.
“Una de las cosas que aprendí en el sur y con la comunidad Mapuche fue a respetar la naturaleza y así fui aprendiendo lo que ahora es mi cosmovisión. Fue la comunidad la que me fue enseñando la importancia del pueblo Mapuche”, asegura Currilem.
Destaca esta etapa de su vida porque fue el “antes y el después” de lo que sería su futuro. Recuerda que detalles mínimos como enyugar bueyes, salir a buscar y picar leña, y juntar a los animales cuando sólo tenía 12 años, hizo que, en relación a sus hermanos que se quedaron viviendo en Santa María, él se acercara mucho más a las costumbres mapuche y sobre todo al mapudungun, idioma de su pueblo.
PROFESOR INTERCULTURAL
Hoy por hoy, las primeras clases de Walter comienzan temprano en la mañana en la biblioteca de la Escuela “Manuel Rodríguez”, ubicada en calle Dardignac N° 77, donde va recibiendo a los alumnos de todos los cursos para dar su clase de cultura Mapuche.
En cada uno de sus talleres enseña de manera didáctica, casi siempre con apoyo de herramientas multimedia, como videos y fotografías tradiciones de su pueblo. Es tanto su interés por acercar la cosmovisión de su cultura a sus alumnos, que incluso llega al aula con comidas tradicionales mapuche, todo para que los niños y niñas de la escuela vivan una experiencia lo más parecida a como lo haría un pequeño mapuche.
Si bien Walter estudió para ser técnico agrícola, bastó que recibiera una interesante propuesta por parte de la directora de la Escuela La Higuera de Santa María para que dejara atrás su profesión y la sala de clase se convirtiera en su nueva pasión.
“Un día mi padre me conversó que tenía muchas ganas que nuestra cosmovisión y nuestro idioma llegara a las aulas, así que él fue uno de los factores importantes que intervinieron para que yo pudiera llegar a trabajar a los colegios”, cuenta Walter, quien lleva ejerciendo como educador provisional por más tres años.
“Mi idea es que todos los niños aprendan, sean mapuche o no sean mapuche, porque todos tienen derecho a aprender un poco más de esto que está escondido, de lo que no se habla en las salas”, explica.
Y agrega que le interesa que los más pequeños aprendan a respetarse y no llamar a sus compañeros “indios” por tener rasgos y sangre étnica: “quiero que se cree un vínculo y un respeto, y eso lo he logrado”.
Es por esto que en sus objetivos está ir mucho más allá de lo que hasta hoy realiza con éxito y total innovación. Le gustaría que sus alumnos aprendan mapudungun y también asimilen la cosmovisión del pueblo y sus ceremonias.
Es que Walter lleva con orgullo la sangre que heredó y valora en el alma las enseñanzas de su padre: “esto es lo que él me está dejando y no es algo que se aprenda de la noche a la mañana, estoy orgulloso de ser Mapuche y de enseñarle todo esto a mis niños”, cierra con una sonrisa.