A fines de mayo el Congreso despachó el proyecto de ley que prohíbe el uso de bolsas plásticas en el comercio de todo Chile, convirtiéndolo en el primer país latinoamericano en aprobar esta medida. De esta forma, una vez superada la marcha blanca de seis meses para supermercados y de dos años para los pequeños y medianos negocios, comenzarán a aplicarse multas que podrán llegar hasta las 5 UTM, o sea, hoy se sancionaría con casi 238 mil pesos por cada bolsa entregada.
La medida se veía venir. Bueno, al menos para quienes nos preocupan los temas ambientales era claro que algo debía hacerse en este sentido, ante la masiva presencia de bolsas a nivel urbano, rural y marino, donde hay especies que deben convivir con “islas” de desechos plásticos.
En este sentido, lo importante es que fueron los municipios los que comenzaron a poner tolerancia cero, siendo Limache y Quillota algunas comunas de nuestra zona que se sumaron a este esfuerzo. Esto, sin desmerecer la iniciativa del gobierno de la Presidenta Bachelet, que propuso erradicar su uso en todas las comunas de la costa chilena, propuesta que el gobierno de Sebastián Piñera -para muchos el “Presidente de los empresarios”- decidió ampliar a todo el territorio nacional. Con ello, provocó el pataleo de la Asociación de Industriales del Plástico (Asipla), que pretende impugnar esta prohibición argumentando que la medida no sólo debería apuntar a estos productores, sino también a los de jugos y bebidas. Algo así como “Ñoño” diciendo “mírelo eh!, mírelo eh!”.
En una entrevista radial, Gastón Gómez, abogado del gremio, dijo que “este fue un proyecto de ley que se aprobó en 20 y tantos días, sin discusión, sin aportes técnicos y ningún informe que lo avalara. Se trata de una medida decretada sin la deliberación que necesita cualquier democracia constitucional”.
Para refutar estos dichos solo diré que en Chile se utilizan unos tres 400 millones de bolsas plásticas al año, unas 200 por persona en promedio, y que no hay que ser adivino para deducir que al menos el 90% de ellas va a dar a vertederos, calles, caminos, campos, ríos y el mar. También que hace años las entidades ambientalistas vienen advirtiendo el daño que causan al ambiente, siendo el descubrimiento más reciente el relacionado con la presencia de microplásticos en el agua que acaban en nuestros estómagos.
¿Cuántos estudios se necesitan para convencernos de los que nuestros propios ojos ven? ¿Cuántas deliberaciones se requieren para darnos cuenta que nos estamos matando a nosotros mismos y a nuestro entorno?
El problema no es de estudios ni de deliberaciones, sino de aquellos ciegos que, por estar contando plata no ven lo que todos los demás.