En los foros, en las entrevistas, en los ahora llamados “puntos de prensa” y donde quiera que abren la boca los políticos-candidatos-prometedores tratan de darle en el gusto a la gente.
Y lamentablemente, es imposible darles en el gusto a todos, sin embargo, por esa verdadera manía de tratar de dejar conformes a todos, ellos muchas veces no dicen lo que sienten, y al hacerlo, nos dejan sin conocer su pensamiento real sobre muchas situaciones.
Especialmente ahora, en tiempos de elecciones, es cuando más necesitamos saber lo que cada candidato lleva adentro, los valores, su visión de la vida, los negocios, sus mirada país, lo que entiende por regiones, las soluciones para tantos problemas en salud, educación, seguridad y desarrollo económico. Pero ellos no dicen lo que piensan sino lo que la gente quiere escuchar.
Esa forma, como se dice ahora, de ser políticamente correcto, se ha transformado en el pan de todos los días.
Lo triste para nosotros los electores, es que quizás nunca sabremos lo que verdaderamente piensan y nos quedaremos con declaraciones vagas, confusas e indeterminadas.
Una vez en el poder hacen lo que quieren.
Esa lección la aprendí en el libro de lectura de mi colegio, donde había una narración extraordinaria que nunca se me olvidó y que he podido ocupar muchas veces en mi vida, especialmente, estando frente a un medio de comunicación, donde cada vez que se publica algo conflictivo, quedan muchos conformes y muchos descontentos, pero donde lo importante es decir la verdad sobre cada suceso. Sería imposible escribir pensando en darle el gusto a todos.
La lectura que mencionaba era la historia de un padre, un hijo y un burro.
En la primera escena el padre va arriba del burro y el niño caminando. La gente que lo ve pasar comenta lo malvado que es el padre, que deja al niño a pié y el va cómodamente sentado en el burro.
En la segunda escena va el niño montado en el burro y el padre caminando, mientras la gente comenta el abuso del niño con su padre, ya que siendo más joven podría ir caminando en vez de ir arriba del animal en forma irresponsable, dejando a su padre a pié.
En la tercera escena va el burro solo y el padre y el hijo caminando, mientras la gente comenta lo tontos que son por ir a pie, cuando perfectamente podrían ir montados en el animal de carga que va con ellos.
En la cuarta escena van los dos montados en el burro, mientras la gente comenta lo abusadores que son con el pobre animal, que debe caminar soportando el peso de los dos.
Está claro, no se puede dar en el gusto a todos.
Lo único posible es darse en el gusto a uno mismo, hacer lo que uno cree que es lo correcto.
Si esa lección la entendieran los políticos, todo sería muy distinto y en las campañas electorales podríamos en verdad conocer el pensamiento de cada uno de los candidatos.
La transparencia, el poder expresar el pensamiento propio, el decir lo que se piensa, todo eso, parece no solo estar lejano de la política, sino ser algo que se opone a la vida de un político conquistador de votos.