El lunes 25 de junio se cumplieron dos años desde el hallazgo del cuerpo sin vida de Nicole Saavedra Bahamondes, de 23 años, en un solitario sector de campo, cercano al embalse Los Aromos, en Limache.
La atadura en sus manos, múltiples golpes, los minuciosos cortes en diversas partes del cuerpo, la semana que estuvo desaparecida -presumiblemente secuestrada- y el remoto lugar donde los autores la abandonaron, evidenciaron inmediatamente que este no era un crimen común. Hubo ensañamiento, dedicación y planificación. Claramente era un crimen de odio.
Esta tesis cobró más sentido al saber que, desde los 14 años, Nicole se había declarado lesbiana y que había sufrido reiterados hostigamientos por ello. En “El Observador” lo dijimos desde el primer minuto, con un titular que causó escozor tanto por la violencia del asesinato, como por la incomprensible reacción de decenas de personas, que en pleno siglo XXI no entendían cómo un diario podía decir que Nicole era lesbiana en su portada, casi como si la estuviéramos ofendiendo.
Transcurridos estos dos años y pese a ser uno de los asesinatos más violentos de los que se tenga memoria en la zona, no hay detenidos ni formalizados por la muerte de esta estudiante melonina de Prevención de Riesgos. Los escasos avances llevaron comprensiblemente a que las familiares de Nicole, principales responsables de que este crimen no quede en el olvido, pidieran la remoción del fiscal a cargo, Juan Emilio Gatica Simpson. Días después de ser recibidas por el fiscal nacional Jorge Abbott, el Ministerio Público informó que la causa se trasladaba a Quillota, para darles tranquilidad y porque se presumía que allí ocurrió el delito, al ser la ciudad donde Nicole desapareció. Algo que, luego de dos años, suena más a una salida decorosa para quien estaba a cargo de la infructuosa investigación.
Hay un elemento en esta historia que no ha sido suficientemente analizado y que tiene que ver, precisamente, con impunidad. En febrero del 2008, también en Limache, otra joven lesbiana fue asesinada y abandonada en un terreno rural de El Pangal. María Pía Castro, olmueína de 19 años, también presentaba diversos golpes, incluida una mortal fractura de cráneo, aparentemente provocada con un objeto contundente. Quien la mató quiso borrar evidencias, iniciando un incendio en el lugar, pero que, al llegar Bomberos, permitió hallar el cuerpo. En este caso, el fiscal era Juan Ignacio Sepúlveda y aunque sí hubo detenidos -que después quedaron en libertad -, al cumplirse 10 años, el crimen de esta joven futbolista amateur terminó prescribiendo sin culpables.
Claramente hay similitudes en el modus operandi y especialmente, en las víctimas. Podría ser incluso que ambos hechos estuvieran conectados y en una zona no tan acostumbrada a los crímenes violentos y de odio, obviamente que estas coincidencias deberían llamar la atención. La falta de responsables para ambos casos también y esa ha sido una de las banderas que se ha levantado en las periódicas marchas en que se recuerda a Nicole: que no hay justicia ante los asesinatos de jóvenes lesbianas. Al menos en la zona -y particularmente en Limache- así ha ocurrido, en los dos casos conocidos en la última década.
En la causa derivada a la Fiscalía de Quillota y en manos de la fiscal jefe Ymay Ortiz Pulgar, están cifradas las esperanzas de la familia y de quienes se han sensibilizado con la muerte de Nicole Saavedra. Ojalá que el cambio traiga nuevos aires a la investigación y que su crimen no quede impune, como el de María Pía Castro.