Profesora explica porqué los productos elaborados por los estudiantes del Cedip ya tienen importante demanda
QUILLOTA.- A Denisse Tapia Campos se le nota que adora su trabajo, pues cuando habla de lo que hace, su voz denota pasión y entusiasmo.
Esta quillotana de nacimiento tiene 31 años y estudió Educación Diferencial en la Católica de Valparaíso. Al terminar sus estudios -en el año 2009- debió realizar su práctica profesional en el Centro Educativo Integral Cedip. Dos años más tarde, fue invitada a integrarse al establecimiento, que había ampliado su horario a jornada completa, justamente por el buen nivel profesional mostrado durante su práctica. Y ahí ha permanecido hasta el día de hoy, educando a estudiantes con discapacidad intelectual entre los cuales hay algunos con síndrome de Down, otros con parálisis cerebral o trastorno motor, pacientes del espectro autista y también alumnos con síndromes de origen genético, todos en un rango que va de leve a profundo.
“Mi experiencia ha sido bien diversa, pues he podido trabajar con chicos de varias edades, partí con niños de dos años, después seguí con chicos de 12 a 14 años y ahora estoy trabajando con los mayores de 18 años. Ha sido súper gratificante poder trabajar en todas las etapas de desarrollo, porque el trabajo es súper distinto en los tres grupos etarios”, explica.
Lo anterior le permitió también desarrollar sus aptitudes profesionales enseñándoles diversas materias a sus alumnos y ahora, cuando está a cargo de los más grandes, se ha abocado -entre otras cosas- a enseñarles habilidades para la vida.
“El tema de los talleres laborales ha sido siempre un desafío para nuestra escuela, en términos de que nuestros alumnos puedan hacer algo que realmente sea productivo y que a la vez sea un trabajo que puedan realizar. Se había probado muchas veces con varias cosas, pero ninguno logró tomar fuerza”, explica Denisse.
La idea es que los jóvenes puedan adquirir habilidades socio-laborales que en el futuro puedan ayudar a insertarlos en el mundo del trabajo. Para ello, la escuela ha implementado una modalidad denominada Taller Protegido, que actualmente incluye dos cursos, que funcionan a cargo de dos profesoras y cuya idea principal es generar recursos para autofinanciarse y que los jóvenes puedan recibir recursos por su trabajo.
“Con estos talleres estamos apuntando a la inclusión laboral, pero también a desarrollar aptitudes socio-laborales, como trabajo en equipo, puntualidad y autonomía, entre otros, porque son habilidades transversales que les servirán en cualquier trabajo”, comenta Denisse.
Los talleres que actualmente están desarrollando se generaron luego de postular a un proyecto del Fondo Descúbreme, que es una fundación que recibe aportes de privados y los destina al ámbito educacional. De esta forma pudieron implementar dos talleres: uno de serigrafía, a cargo de la profesora Laura Díaz, que les enseña a hacer estampados en cualquier objeto, como por ejemplo en bolsas, poleras y magnetos para refrigeradores; y otro de sublimación, a cargo de Denisse, que se enfoca en el estampado en tazones.
Paralelamente, el colegio comenzó a difundir el trabajo de los alumnos, ofreciendo estos productos a través de redes sociales y otros medios. “Partimos con el boca a boca, luego se sumaron los apoderados y los funcionarios del Cedip y esto fue creciendo y empezaron a llegar pedidos. Incluso la barra oficial de San Luis nos mandó a hacer tazones”, dice Denisse llena de entusiasmo.
Con toda esta experiencia y considerando que algunos alumnos han aprendido a utilizar programas computacionales con bastante destreza, el año pasado el colegio decidió comprar plantillas prediseñadas para ampliar el abanico de ofertas.
“Ahora ya vamos por los 12 productos que ofrecemos a los clientes y los chicos aprendieron el trabajo muy rápido, porque se usa una técnica secuenciada y el proceso es siempre el mismo. Además aprovechamos de enseñarles aspectos de seguridad laboral y finanzas, por ejemplo, para que aprendan a calcular costos, entre otras cosas”, explica Denisse.
Hoy los productos elaborados por los alumnos de la escuela Cedip ya están siendo solicitados por personas ajenas a la escuela, lo que habla muy bien de la calidad que están ofreciendo. “Yo les digo a mis alumnos que no tenemos que destacarnos por tener una discapacidad, sino que por la calidad de lo que ofrecemos”, asegura la docente.
“Siempre creí que ellos iban a poder aprender, pero desde el punto de vista de lo comercial no tenía tanta fe y me ha sorprendido que nos haya ido bien y aunque aun no da para un sueldo mensual, sí reciben un dinero al final del semestre y eso es una retribución simbólica a su trabajo, que esperamos que aumente en el tiempo. Yo estoy feliz porque junto a mis colegas hemos logrado resultados y superar el estigma de escuela especial”, dice esta profesora que hoy más que nunca tiene motivos para sentirse realizada profesionalmente.