Hace solo algunas semanas, un ahora ex ministro, se despachó unas declaraciones que sacaron ronchas, planteando que para solucionar problemas estructurales en algunos colegios del sur, sería buena idea que realizaran un bingo. El problema es que no se trataba de cualquier ministro, sino del de Educación, de quien uno esperaría otro tipo de señales.
Lamentablemente (o favorablemente), con esas declaraciones, el ahora ex ministro, nos recordó lo precaria de nuestra sociedad en muchas materias, que nace de un modelo ya institucionalizado y que pareciera el único valedero. No se trata de asistencialismo -como planteó el ex funcionario de Gobierno-, sino de una falta absoluta de empatía por el otro.
No puede ser casualidad que el bingo sea la única forma en que millones de chilenos piensen en solucionar algunos problemas o necesidades, ante la falta de apoyo desde más arriba. Porque la pregunta que hay que hacerse es, ¿por qué los padres de un niño enfermo deben hacer un bingo para costear costosos medicamentos? ¿Por qué un niño o joven debe depender de un bingo para conseguir recursos para ingresar a una clínica que le permita seguir viviendo?
Pero no solo es en el ámbito de la salud donde los chilenos debemos apelar a la solidaridad del resto a través de bingos, rifas y platos únicos. El comentario poco feliz y desatinado del ex ministro lo confirma. Si los colegios de nuestro país tienen deficiencias, ¿es sano que un bingo sea la solución?
Hace algunos días, regresó a La Calera un grupo de deportistas marciales que participaron en el Mundial de Tang Soo Do en Inglaterra. Durante un año y medio se dedicaron a generar recursos con diferentes actividades para costear pasajes y estadía. En ellos había no solo la ilusión de viajar a representar a la comuna y el país a Londres, sino también la convicción de hacerlo bien. Pensaron en hacer un bingo, pero no pudieron concretarlo. Lograron reunir una buena cantidad de dinero, además de recibir el apoyo económico de la Municipalidad y el cuerpo de concejales, y viajaron.
¿El resultado? Diez medallas, tres de oro. Es decir, tres títulos mundiales. La pequeña delegación calerana, con todos los inconvenientes y privaciones, luchando contra potencias de otros países que sí apoyaron el trabajo de sus deportistas.
Este ejemplo no es el único. Hay muchos más. Quizás es tiempo que los chilenos dejemos de necesitar hacer bingos y exista apoyo para todos, en deporte, salud, cultura y educación. Aunque sea una quimera, deberíamos luchar por ello.