Lo acribillaron frente al Mall de Quillota hace cuatro meses y aún la policía no sabe nada de quienes que le dispararon
QUILLOTA.- “Como 20 minutos antes de que sucediera todo, mi hijo Nicolás fue a casa de su abuelita. Como yo vendo ropa en la feria le pedí ayuda para transportar unas bolsas. Recuerdo que, como siempre, le dije que tuviera cuidado. Después fue a mi casa, estuvo con mi esposo y se pusieron de acuerdo para ir al cementerio el miércoles. Luego de eso se fue. Más tarde me fui a mi casa, me preparé para acostarme hasta que llegó mi hermano a contarme la tragedia”.
Así comienza el estremecedor relato de Fabiola Pizarro Bachelier, madre del joven Nicolás Salinas Pizarro, de 24 años, quien fue asesinado a tiros frente al Mall de San Isidro, cerca de la medianoche del 20 de enero de 2019.
Hasta ahora, ni la policía ni la Fiscalía le han podido mostrar resultados sobre la investigación. Nadie sabe nada, pero los narcos guardan en secreto el nombre del que le disparó y las “razones” que tuvo para hacerlo. Meses antes una jovencita mató de un balazo en la cabeza, en plena plaza y cerca de las dos de la tarde, a una persona que también estaría vinculada a los narcos. Hasta ahora tampoco han podido encontrar a los homicidas.
Lo único que pide la señora Fabiola es que aparezca el asesino de su hijo para que sea juzgado. Ella se seca las lágrimas y le sigue contando a “El Observador” su drama sin solución.
“Mi hermano me dijo que me buscaban, así que salí a ver qué pasaba, mientras él iba a la habitación donde estaba mi esposo. Miré hacia afuera y me devolví a la pieza para ponerme zapatos. Mi esposo ya estaba vistiéndose y me dice que teníamos que salir. Me di cuenta de que algo había pasado y les dije que me dijeran la verdad porque sus caras lo decían todo. Ahí me dijo que al Nico lo habían baleado”.
SU IMAGEN EN EL ESPEJO
Aunque sus ojos muestran el dolor que carga, su semblante se mantiene sereno mientras interrumpe el relato, para contarnos un suceso paranormal que le ocurrió esa noche. “Entré al baño, me miré al espejo y vi a mi hijo quien, haciendo un gesto característico de él, me decía: ‘Mamá, mira lo que me hicieron’. Algunos podrían pensar que estoy loca, pero yo lo vi y así supe antes de que me lo contaran que mi hijo ya estaba muerto”, cuenta Fabiola.
Fueron horas trágicas, de las cuales tiene muy pocos recuerdos. Incluso, ni siquiera logra identificar bien el rostro de un joven que, junto con entregarle un termo con café en el cementerio, le susurró al oído que las balas que mataron a su hijo no eran para él y que se habían equivocado. “Se agilaron tía”, le habría dicho.
EL OTRO DOLOR
Pero la muerte de su hijo, en circunstancias aún no del todo claras, no es el único dolor con el que carga esta madre, pues otra de las cosas que ha calado hondo en su corazón es que se le ha sindicado como “la mamá del delincuente”, lo cual le hiere profundamente. “La gente habla sin saber el dolor que hay detrás, eso me chocó”, lamenta.
“Reconozco que mi hijo Nicolás tenía malas juntas”, dice, pero asegura que bajo ninguna circunstancia era un mal chico y también enfatiza en que la única pasión del joven era la mecánica y “enchular” autos, agregando -incluso- que en varias oportunidades ella le compró ropa, pues había momentos en que él le pedía dinero a ella o a sus hermanos. “Si él hubiera estado metido en cosas turbias no habría necesitado pedirnos plata”, explica.
Al finalizar su relato, la madre del joven asesinado dijo que “si bien espero que el caso se resuelva y las personas involucradas aparezcan, no creo que eso resuelva nada. No confío en la justicia humana, solo en la divina”. Y nos hizo entrega de la carta que escribió de puño y letra en una hoja de cuaderno.
CARTA AL ASESINO DE SU HIJO
“Usted no me conoce, ni yo a usted, pero por este medio quiero hacerle saber la consecuencia de su horrible acto. Lo primero que quiero decir es que no me importa que usted sea encarcelado, creo que eso no es un castigo para usted, porque estará bajo un techo, tendrá comida y podrá recibir las visitas de su madre.
No espero justicia porque no creo en ella, yo solo creo en la justicia divina. Quiero llegar a usted para informarle que no asesinó a un hombre. Usted asesinó a un padre, a un hermano, un nieto, un hijo, a mi hijo y con él usted me asesinó a mí, a una madre. No sé si usted la tiene, pregúntele a ella qué sentiría si a usted lo mataran, estoy segura que le responderá ‘sin ti me muero’.
Eso me sucedió a mí. Muero cada vez que recuerdo a mi hijo. Muero cada vez que respiro porque siento un dolor que no sé si es del corazón o de los pulmones, es un dolor que quema en el pecho y que sangra fuego.
No sé qué comentó con sus amigos esa noche del 20 de enero. ¿Se habrá jactado de ser un asesino? ¿Caminará por la calle orgulloso de sus actos? No lo sé. Solo sé que se quitó del camino a una persona, pero con él se llevó a una madre, a unos hermanos que hoy no encuentran consuelo.
Nosotros nunca le hemos hecho daño a usted, ni a su familia. ¿Por qué usted a nosotros sí?
Me gustaría tenerlo en frente para que me mire a los ojos y me diga la razón que tuvo para quitarle la vida a mi hijo y condenar a mi familia a vivir en la tristeza y en la oscuridad. ¿Acaso usted es tan poderoso para quitar la vida a una persona y romper el corazón de una madre? ¿Quién lo autorizó para romper la vida de mi familia? ¿Por qué me dio este castigo?
Sin conocerlo se cruzó en mi camino para siempre y para hacer mierda mi vida, para borrar mi sonrisa, matar mis ilusiones y para llorar el resto de mi vida.
Dígale a su madre que lo bendiga, que lo abrace, que lo bese, porque cada beso y abrazo de ella son los que usted me robó, que yo no podré dar a mi hijo. Abrace a sus hermanos, a sus abuelos, porque los míos, gracias a usted, no los tendrán, porque usted es un ladrón de sueños, de ilusiones, de esperanzas, de sonrisas, de fe. Ojalá disfrute todo lo que me robó.
Solo espero que desde ahora no haga el mismo daño a nadie, porque siempre detrás de cada persona hay una madre que sufre y lo suyo, más que un asesinato, es una condena de dolor eterno a una madre que es inocente de todo.
Espero que Dios lo perdone y sus víctimas puedan descansar en paz y el día que usted sienta algún grado de arrepentimiento pueda sanar su alma y ser un hombre de bien.
Yo por ahora seguiré tratando de recoger cada mañana mis pedacitos y poder armar mi cuerpo para ponerme de pie y aprender a vivir con este dolor que usted me condenó a llevar el resto de lo que me queda de vida. Bendiciones”.
Fabiola Andrea Pizarro Bachelier