Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Esa tarde del martes 6 de febrero llovía insistentemente en todo el sur de Chile. Pasadas las dos y media de la tarde, Sebastián Piñera, después de haber almorzado en casa de su amigo José Cox, en el sector de Ilihue del Lago Ranco, se dirigió a su helicóptero, para devolverse hasta su casa, que queda al frente, en Bahía Coique, a 42 kilómetros en auto, pero en este caso, a siete minutos en helicóptero.
[Se trata de un helicóptero Robinson R44, que el documentalista Sergio Nuño, el de “La tierra en que vivimos”, se lo vendió en el año 2007. Una máquina antigua, con 15 años de uso, a la que le faltan los modernos accesorios que se han incorporado a los nuevos helicópteros. Fabio Valdés, amigo de Piñera, contó en radio Agricultura que “le tengo miedo al helicóptero y muchas veces le dije Sebastián: cuidado, esta cosita es peligrosa”. Se agregó que por las condiciones climáticas le habrían recomendado no hacer el viaje de regreso a su casa.]
Pero Piñera no tiene miedo, nunca se devuelve. Grandes logros de su vida son porque no se rinde. Le decían que no siguiera excavando, que no iban a aparecer los mineros; no solo siguió, trajo nuevas máquinas hasta que los encontró. Era decidido, arriesgado. Practicaba parapente y buceo con tanques de oxígeno. Su instructor de vuelo, Alfonso Wenzel, dijo que “enseñarle a volar no fue tarea fácil. Quienes quieran aprender a deambular por las nubes deben ser personas que arriesgan poco”. Es decir, lo contrario del siempre arriesgado Sebastián Piñera. Mantenía a firme sus ideas. Todos le pedían que sacara a los militares a la calle en el estallido, sin embargo, consecuente con su vida democrática, alcanzó un acuerdo transversal de la política. Una muestra del valor de los consensos. Parecía que siempre iba a lograr lo que quería.
[Cuando se sentó a pilotear al helicóptero, además de ponerse el cinturón de seguridad, debió usar las dos manos en los dos comandos distintos que tiene la nave, y los dos pies en dos pedales distintos. Imposible soltarse el cinturón mientras manejaba. A su lado va su amigo y socio Ignacio Guerrero, atrás su hijo Bautista Guerrero y Magdalena, la hermana de Piñera. Falla de visibilidad, se empaña el vidrio delantero, vientos, fuerte lluvia, el helicóptero cayó, pero cayó para el costado del piloto, golpeando la superficie del lago. La puerta del lado del copiloto, que no quedó pegada al agua, la pudo abrir Ignacio y saltó junto a su hijo, no sin antes ayudar con muchas dificultades a que Magdalena también saltara. Ya en el agua, los tres trataron de salvar a Piñera, pero rápidamente el helicóptero se hundió con él adentro]
También en sus últimos minutos derrochó generosidad y seguridad en sí mismo, su firme convicción de que todo era posible. Animó a sus tripulantes a salvarse. Su pericia en los comandos, a pesar de la adversidad del tiempo, es la misma que demostró cuando se adelantó con la compra de vacunas y salvó a miles de chilenos del Covid. El día anterior al accidente fatal, había llamado a Boric para ofrecerle la ayuda de sus equipos de trabajo de sus dos gobiernos para la catástrofe de los incendios, a los que convocó a través de zoom. “Ayuden a este gobierno, no importa cómo haya sido la oposición, ayúdenlo porque Chile está primero”, les dijo. En el terremoto del 2010 desplegó un trabajo que marcó una forma de abordar las emergencias. Lamentablemente, no pudo con su última emergencia, pero así y todo, hundiéndose en el lago, perdiendo lo que le quedaba de vida, se logró sacar el cinturón y salir de la nave, quedando ahogado a 30 centímetros fuera de la cabina, donde fue encontrado por Ricardo González, buzo de los bomberos de Lanco, que lo rescató. Pero no se rindió nunca ni perdió la esperanza que podría lograr esa última victoria contra el destino. Como el mismo se autodefinió: “soy una locomotora”, que podía enfrentarlo todo, derribar muros y llegar a todas las estaciones.
Lo entrevisté varias veces, para la radio “Quillota” y “El Observador”, ya sea como candidato, senador o Presidente de la República. Siempre un caballero. En una de esas entrevistas me dijo que nuestro libro “La historia del 11 de Septiembre de 1973” era muy objetivo y un buen análisis de ese momento de la historia de Chile. Quedó una foto para el recuerdo. Ahora la historia deberá valorar el legado de este gran demócrata liberal, al que el pueblo eligió dos veces como su gobernante.