Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Lo que uno antes entendía por ajuste de cuentas, era que se ajustaba una cuenta pendiente, es decir, se terminaba de pagar el saldo, o bien, se acomodaban los números para hacer un total y terminar la deuda.
Ahora un ajuste de cuentas es agarrar a balazos a un tipo o varios tipos que te deben plata porque les diste droga para que te la vendieran y no han terminado de pagar el saldo.
Quince balazos en las piernas para recordarte que debes pagar tus deudas, o cinco en el pecho para decirte que ya no quieren hacer más negocios contigo. Así se “ajustan” las cuentas.
En muchos barrios apartados del centro de nuestras ciudades se ven a decenas de pandillas organizando el negocio de la droga. En su mayoría menores, que encuentran un camino fácil de hacer dinero.
Las policías y la justicia están lejos de poder controlarlos, y estarán cada vez más lejos mientras más grandes sean sus bolsillos.
Hay un caso reciente que merece un análisis mayor. Ocurrió en el centro de Quillota, a una cuadra y media de la plaza. Alguien o “alguienes”, no se sabe todavía y puede que pase mucho tiempo antes que se sepa, entró a un local nocturno donde hay copete y mujeres, música y conversaciones. Sacó su pistola y disparó a matar a un venezolano. Y lo mató. Lo dejó en un charco de sangre y se fue del local.
Las mujeres gritando y los hombres llamando a Carabineros. A la pasada y en el mismo local, esa misma persona que disparó u otra no identificada todavía, le clavó cerca de 28 puñaladas a otra persona, que también cayó al suelo con múltiples heridas.
Sin embargo, no murió, sangrando y como pudo se levantó y caminó hasta llegar fuera del local, para después dirigirse al hospital. ¿Cómo logró llegar? Nadie lo sabe. Entró a Urgencias y pidió ayuda y lo atendieron. Cuando lo dejaron en la sala se arrancó, llevando un suero colgando. No sería la única sorpresa que causó, ya que al ingresar al recinto presentó un carnet falso, una identidad que no era la de él. Lo supieron sólo porque su mamá llegó a verlo, dio su nombre, pero ese nombre no estaba en la lista, pero el acuchillado que buscaba su mamá sí estaba. Como había quedado mal herido, lo trajeron de nuevo al hospital, pensando que se podía morir, pero volvió a arrancarse y hasta ahora no se sabe nada de su paradero.
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La gente del hospital recuerda que era chileno y que dijo que lo buscaban para matarlo. Es decir, los asesinos se quedaron con la idea que habían “despachado” a los dos, pero no fue así y esa es la razón del peligro.
También en las cárceles hay gente con miedo, que sabe que los pueden mandar a matar por deudas anteriores, por compromisos incumplidos, o simplemente, por estar ingresando al territorio de otra banda.
Esta misma experiencia ya la han vivido países como México, Colombia y Venezuela. Si siguen avanzando el tema será cada vez más complejo.
Los narcos nos tienen rodeados. No son personas que ataquen a nadie que no sea de su círculo. A los que matan o intentan matar los conocen, han hecho negocios con ellos, han estado juntos sacando cuentas, las mismas que después se transforman en “ajuste de cuentas”.
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