Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Cada vez que se refieren a la extensión del tren desde Limache hacia San Pedro, Quillota, La Cruz y La Calera, es para darnos malas noticias.
Uno de los principales problemas es el trazado y los estudios que se están realizando. La Empresa de Ferrocarriles del Estado, EFE, anunció 12 pasos vehiculares y 13 pasos peatonales desnivelados. No se entiende mucho lo que plantean, pero en todo momento ellos solo piensan en sus intereses, en su tren, en sus finanzas. No hay una mirada sobre la ciudad y el impacto de sus decisiones en la comunidad.
Por ejemplo, destruirán el acceso a Quillota por La Palma. Casi desde la rotonda misma, planifican hundir la avenida Rafael Ariztía. Hundirla 400 metros antes del cruce y 400 metros después del cruce, a una profundidad de más de cinco metros. Los autos que entren a Quillota pasarán por abajo, al igual que los que salen. El tren pasa por arriba, al nivel de la calle. Los vehículos son desviados por una caletera que los obliga a darse una vuelta en la rotonda.
La pregunta del millón es la siguiente: ¿Cómo EFE cree que va a evitar la acumulación de aguas lluvias y la aparición de napas en esos pasos bajo nivel de los vehículos? Imposible. Se inundan pasos mucho más pequeños, como el de San Isidro, donde el tren pasa por arriba, a nivel de calle y los autos por abajo. La solución es que el tren baje y los vehículos sigan a nivel de calle. No se entiende que quieran hacerlo al revés. No les funciona la lógica, ni la experiencia.
Todos los esfuerzos del sector público y del sector privado por mejorar ese ingreso a la ciudad se perderán, causándole daño a importantes iniciativas. Hay que agregar además que el área se ha llenado de edificios, que significan más autos y más gente.
Estos mismos problemas del trazado lo sufrirán La Cruz y La Calera, ciudades que deben estar atentas a la forma en que el tren pasará por las comunas.
Una demostración más de lo absurdo que significa seguir planificando el desarrollo desde la capital sin tomar en cuenta a las comunas. Un tipo sentado en un escritorio de Santiago traza lo que se le antoja, sin una mirada sobre las consecuencias de su decisión inconsulta.
A esos problemas hay que agregar que la extensión entre Limache y La Calera tiene 26 kilómetros, en los cuales el Consejo de Monumentos Nacionales ha exigido que se excaven 2.000 pozos arqueológicos. De los primeros 358 pozos ya excavados, han aparecido restos indígenas, de colonias incas y elementos de la época de las haciendas. Estas investigaciones históricas retrasarán las obras en dos o tres años más de lo confusamente previsto como entrega de obras.
En verdad, si todo sale bien, tal vez podría haber tren el año 2032 o 2034. Plazo que nada tiene que ver con la celeridad de las obras que EFE realiza en el Gran Santiago.
Y como si todo eso fuera poco, ahora hay unas familias que se auto reconocen como diaguitas y están instaladas en Nogales, las cuales realizan rituales en la línea férrea, razón por la que están dispuestos a oponerse. Una líder de la comunidad Araya Araya, le contestó a El Mercurio de Santiago, que “estamos en contra y dispuestos a defender esta postura con la vida. Somos diaguitas, no somos chilenos. No me interesa la opinión de los chilenos”.
Lo cierto es que desde tiempos prehispánicos el pueblo diaguita se instaló en la Cuarta Región, entre los ríos Copiapó y Choapa, muy lejos nuestro. Su única presencia antigua en nuestra zona se dio en el denominado período Intermedio Tardío, entre los años 1000/1200 años después de Cristo y 1450 después de Cristo. Hay hallazgos arqueológicos que prueban contactos y enfrentamientos entre Picunches y Diaguitas. Es más, también la cerámica permite probar la relación picunche-diaguita-inca en nuestra zona, pero esa interacción ocurrió hace 500 años.
Es raro, por decir lo menos, esta presencia actual diaguita, con estas familias que reconocen haber llegado en 1978 desde Caimanes a la zona. Algo no está funcionando.
Entonces, tren para diez años más.