Los embalses, la lluvia, la sequía, el río y nuestro desarrollo económico

Publicado el at 1:04 am
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Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”

Primero fueron los indígenas y después nosotros, los que nos fuimos instalando con nuestras casas en las orillas del río Aconcagua, desde cerca de la cordillera hasta el mar. El poblamiento en torno al río ha sido sostenido y creciente. Hoy en día son muchas las ciudades que están ligadas a sus aguas.

Muchas de nuestras comunas ven pasar al río, o lo dejan a sus espaldas, más lejano que cercano, como si fuera un problema más que un factor de desarrollo. No somos como Valdivia que hace pasar su río por el medio de la ciudad. Le tenemos recelo, ciertas sospechas respecto que algún día podría salirse de su cauce e inundarnos.

Durante décadas el río fue tratado por partes y nunca como un conjunto. Hasta los regantes tienen cuatro secciones y muchas diferencias entre ellos. Con la llegada del primer gobierno de la Concertación se comenzó a tratar al río como un todo, como una unidad. Siempre se fue interviniendo de manera parcializada en el río. Se gastaba un dineral en defensas frente a una ciudad, que el río se encargaba de llevárselas. Tiempo después desde la capital se enviaban recursos para otro sector, y así, por largos años, se fueron haciendo inversiones que no tenían visión de unidad, que no miraban al río como un conjunto desde la cordillera al mar.

Cuando se empezó con esa mirada, comenzaron a tratarse temas vinculados al uso de sus aguas, tanto como para el consumo humano como para el riego, pero la novedad fue que tuvieron que reconocer que la minería y las termoeléctricas son hoy en día grandes consumidores.

Aunque llueva, la sequía sigue siendo dolorosa y aguda. Lo que estamos viviendo no es el efecto de lo que ocurre este año, sino claramente una situación permanente con la que tendremos que vivir y que forma parte del cambio climático mundial.

La solución más directa es la construcción de embalses, que puedan regular el uso de las aguas e impedir la pérdida del pequeño caudal que trae el río en dirección al mar.

Todos los gobiernos, desde hace un siglo, vienen prometiendo embalses en nuestra región. Ninguno ha cumplido. El embalse Los Aromos resultó un fracaso porque la obra quedó mal hecha. Hoy en día está convertido más en proyecto turístico que en una inversión para el riego.

En nuestra región han existido todo tipo de proyectos, pero al final o han quedado en promesas o su construcción no ha sido factible.

El único embalse que se ha construido en las últimas décadas es el de Chacrillas, ubicado en Putaendo, que se está convirtiendo en un vigoroso impulsor de la fertilidad agrícola.

     Pero la provincia que más ha sufrido con la cruel sequía ha sido la Provincia de Petorca, donde desde hace también muchos años se proyectan pequeños embalses, que podrían tener capacidad para acumular 50 millones de metros cúbicos cada uno. Se ubicarían en Alicahue, Pedernal, Las Palmas y Los Ángeles, y deben sus nombres a los esteros que los alimentarán. Debieran tener una cortina de 30 metros de alto y transformarse en áreas vitales para el desarrollo de la zona, no sólo por el agua que contienen sino por el aprovechamiento del entorno, como zona turística y económica de importancia.

Un embalse es una obra de progreso y desarrollo tan fundamental, como se podría explicar mirando todo lo que ha ocurrido en la Cuarta Región, con el embalse La Paloma, por ejemplo, o con todos los otros que han construido. Es mucho más que un montón de agua, es futuro, es turismo, es alimento, es crecimiento regional.

 

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