Los dones de don Saturnino

Publicado el at 24/08/2017
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Omar Valdivieso Véliz Escritor

Don Saturnino del Rosario Olivares Valencia (17 de enero 1882 – 3 de agosto de 1971), era un viejo pescador que con seguridad no conoció los zapatos, de pantalón sujeto en las rodillas, de esos antiguos que domaron la mar a fuerza de músculo y coraje, humilde como las siemprevivas que emergen en las orillas de los caminos, auténtico como el graznido de una gaviota y enormemente carismático.

Era cuentero, a su alrededor se ponían los niños de la caleta o los veraneantes que visitaban nuestra playa, contaba entretenidas historias de duendes, sirenas y piratas, de fantasía desbordante, su público no sabía reconocer lo que era verdad o mentira en su relato.

También era vagabundo, llegó hasta la Isla Damas a la altura de Coquimbo, levantaban una vela y en pequeños botes de madera de dos proas, de seis metros de largo se lanzaban a la aventura, se pasaban meses caleteando, buscando la vida, pero regresaban más pobres de lo que habían salido y sin un peso en los bolsillos. Después de tomarse la cuota y algo más de la cuenta, se hizo evangélico y el Señor, en pago a su conversión, le dio el “don de la sanidad”. Recorría las orillas del mar, desde Quintero a Maitencillo a pie, haciendo uso de su don, sanando a todo aquel que se lo necesitara y se lo pidiera.

Cuentan que murió gritando entre heridas y escaras, para que lo levantaran y le permitieran ver el mar”.

Su leyenda personal se engrandecería cuando se hizo buscador de entierros, según decían los viejos, los españoles en su huida ante el avance de las tropas libertadoras fueron enterrando una inmensa cantidad de bolsas, con onzas de oro repartidas en los campos. Él seguía las luces que titilaban en la oscuridad y se hizo experto en detectar entierros, pero, para su mala suerte, siempre le ocurrió un chascarro para que el entierro se corriera. Sabiendo esta gracia, Luis Cousiño Sebiré lo buscó para que encontrara el mapa de un tesoro que Webb había enterrado en la costa. Don Saturnino, empoderado de su zona lo encontró sin dificultad, posibilitando que Luis Cousiño fuera a la isa Juan Fernández a buscar el famoso tesoro de Anson.

Fue un maestro para sus hijos, nietos y bisnietos. Cuentan que murió gritando entre heridas y escaras, para que lo levantaran y le permitieran ver el mar, quería volver a pescar erizos y lenguados con las varas filudas desde la proa de su bote.

Personas como él, hicieron el Horcón mágico y mítico y crearon las leyendas en este rincón olvidado.


Foto referencial: https://www.caletahorcon.cl/
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