Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Están complicados los comerciantes.
Tienen muchos factores en contra: los ladrones repetidos en sus negocios, los horarios acortados por el autotoque de queda que nos hemos impuesto por miedo a la delincuencia, los descarados vendedores ambulantes, la infinidad de controles que reciben permanentemente, el riesgo constante de ser asaltados, heridos, robados, golpeados, castigados por prestar un valioso servicio a la comunidad.
El mundo al revés. Los ladrones ya son conocidos por ellos. Los comerciantes se pasan el dato: van por calle tanto, en dirección a la plaza, son dos, el Negro Juan y la sucia Margot. Los reconocen, los pillan robando, se los llevan detenidos y a los dos días aparecen de nuevo robando. La historia no termina nunca. Ellos siempre ganan. La justicia es débil, dicen que les faltan leyes más estrictas, dicen que los parlamentarios no legislan, dicen que la puerta giratoria y que además tienen abogado pagado por todos nosotros para que los protejan. Una vergüenza por donde se le mire.
Carabineros y la PDI no dan abasto. No hay personal, no hay equipamiento, no hay información compartida sobre los delincuentes, no hay posibilidades de hacer rondas permanentes, no hay capacidad de detener por parte de seguridad ciudadana, no hay, no hay y no hay.
El comercio cierra a las seis de la tarde no porque quiera, sino porque los delincuentes atacan con la certeza de saber que no serán detenidos. Es un combate desigual. Si a alguien se le ocurre abrir hasta más tarde, rápidamente llegan todos los vagos y delincuentes que andan por las calles buscando una oportunidad para robar. Nadie se escapa, ni las farmacias o botillerías de turno. Todos sufren el castigo de la delincuencia que se siente dueña de las calles y que sabe perfectamente que no hay fuerzas policiales para detenerlos.
Las mecheras, los lanzas, las señoras con coche de guagua pero sin guagua, hacen nata en las calles centrales de nuestras ciudades. La respuesta de los municipios es muy débil. No hay capacidad para controlar a los ambulantes, que aseguran que la calle les pertenece, que no tienen miedo porque actúan respaldados por bandas de proveedores y organizaciones criminales que administran los espacios de la calle.
Nos falta mucho todavía para que el sistema estatal pueda ejercer controles verdaderos sobre los ambulantes y los delincuentes.
Algunas ideas.
1.- Regular o eliminar los permisos municipales para el comercio ambulante.
2.- Aumentar las facultades de incautación a los municipios durante los recorridos de fiscalización.
3.- Permitir a los inspectores municipales pedir carnet de identidad a los vendedores ambulantes y considerar delito la reiteración de la conducta.
4.- Aumentar facultades para los guardias privados, para que puedan portar armas y retener a delincuentes para entregarlos a las policías.
5.- Contar con una base de datos unificada para ser usada por Carabineros, PDI, Gendarmería, Aduana, SII, municipios, Ministerio Público, Servicio Nacional de Menores.
6.- Recuperar espacio públicos que son ocupados por delincuentes, a través de la limpieza, pintado de fachadas y equipamiento urbano, abriendo oportunidades a las juntas de vecinos de administrar esos espacios.
7.- Proteger al comercio para que pueda mantener abiertos sus locales hasta las ocho de la noche.
8.- Insistir en la creación de una Policía Municipal, que combata las faltas y deje a Carabineros con los delitos.
Nada se podrá lograr si el sistema le sigue haciendo vista gorda a los problemas, dejando a los comerciantes desprotegidos de los repetidos ladrones y permitiendo el ilegal funcionamiento de los vendedores ambulantes.