Lo que queda después del dolor

Publicado el at 05/12/2023
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Ruby Miranda Osorio, Académica de la carrera de Educación Parvularia, de la Escuela de Educación de la Universidad Viña del Mar, analiza la devastadora realidad de los niños y niñas víctimas de las guerras

MIRADA UNIVERSITARIA: Para la Unicef la guerra es un acto político devastador cuyos efectos causan gran sufrimiento en un alto número de personas de todo el mundo, especialmente en los niños y niñas, testigos, actores y víctimas, poniendo en riesgo su salud y su vida en cada enfrentamiento. Aproximadamente 400 millones de niños y niñas, viven en zonas de conflicto o huyen de alguna de ellas.

El año pasado, fuimos testigos de la invasión ruso-ucraniana, con una avanzada que trajo consigo el desplazamiento de millones de civiles, originando la mayor crisis de refugiados en el continente, similar a la ocurrida durante la Segunda Guerra Mundial. La invasión recibió la condena internacional, durante su avance no discriminó zonas residenciales, escuelas, hospitales o infraestructuras sociales, dejando miles de muertos y heridos. La infancia se convirtió en su principal víctima, esto según datos de Unicef, los que estiman que hubo más de 500 niños, niñas y adolescentes muertos y cerca de mil heridos, por el uso de armas explosivas.

Hoy nos volvemos a estremecer con la guerra en la Franja de Gaza, cuyo origen data a más de 100 años. Esta guerra se ha sostenido en el tiempo a través de múltiples ofensivas con mayor o menor grado de violencia, sin embargo, la escalada 2023 ha sido la más devastadora. El ataque por aire y mar sobre la ciudad de Gaza dejó a sus habitantes en el centro de un territorio sitiado, atrapados entre fuego cruzado. Una vez más la infancia fue la más perjudicada, “más de 4600 niños han sido asesinados en sólo cinco semanas” informa Unicef, en noviembre 2023.

Los conmovedores relatos de los sobrevivientes gazatíes, dan testimonio del terror constante al que están sometidos los civiles en la zona. Especialmente impactantes son las declaraciones de los niños y niñas, que han soportado un grado de violencia devastador, miles aún permanecen desaparecidos en medio de la destrucción.

Los conflictos armados siguen su curso en diferentes partes del mundo, si bien las causas suelen ser diversas, el caos, el miedo y la desesperanza son en todos los casos un denominador común. El mundo no escucha el sufrimiento de los inocentes y los líderes parecen no reparar en las consecuencias de las graves violaciones a los derechos de la niñez.

Numerosos investigadores examinan los efectos que la violencia ejerce sobre la infancia, entre los primeros estudios se encuentra el de la Dra. Vivian M. Rakoff (psiquiatra canadiense), precisando en 1966, el “trauma intergeneracional”, con altas tasas de angustia psicológica en hijos de sobrevivientes al Holocausto.

Los informes sobre los efectos de la exposición crónica a múltiples estresores traumáticos, denominado “Trauma Complejo” (también conocido como Trauma de Desarrollo Complejo [TDC] en niños), advierte sobre su alto impacto en la salud mental y emocional de la infancia, tatuando heridas difíciles de cicatrizar con serias repercusiones para su vida futura.

Ruby Miranda Osorio Académica carrera de Educación Parvularia Escuela de Educación Universidad Viña del Mar

En este contexto, el rol de la educación, maestros y educadoras puede desempeñar un papel trascendental, fundamentalmente desde dos perspectivas. Primero, en el proceso de reparación, vale decir, educando para la resiliencia y la estabilización, impulsando el desarrollo de habilidades de afrontamiento y regulación emocional. Creando entornos pacíficos y seguros, vínculos de confianza, conexión y apego seguro. Conteniendo y validando las emociones, para recuperar el desempeño relacional y social que se ha dañado o perdido. Promoviendo interacciones positivas entre pares y con el adulto. Mostrando una postura neutral frente a las acciones y reacciones de los infantes, sin juzgarlas, criticarlas o subestimarlas. Brindando las herramientas para que puedan reconstituir sus vidas y construir un futuro más esperanzador.

La segunda perspectiva, en la formación de las futuras generaciones, o sea, educando para la paz y el respeto a la dignidad de las personas. Impulsando la transición de la pedagogía hacia un enfoque basado en los derechos humanos. Alentando el reconocimiento y la aceptación del otro como un “legítimo otro”. Formando ciudadanos del mundo, que sitúen la diversidad como parte de la riqueza de la humanidad, lideren para erradicar la violencia en sus diferentes manifestaciones y promuevan la solidaridad internacional. Remeciendo las estructuras mismas de la sociedad, para la construcción de una humanidad más tolerante, democrática y compasiva.

“La amenaza permanente que viven los niños y niñas en las zonas de guerra, requiere atención inmediata y soluciones a largo plazo” (Unicef, 2022). Las comunidades internacionales, organizaciones de defensa de la niñez, maestros y maestras debemos unir fuerzas en una red de cuidado emocional, psicológico y educativo, para abordar la crisis humanitaria y garantizar el resguardo de los inocentes.

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