Por: Carlos Liebig Sanguineti
Académico carrera Entrenador Deportivo
Escuela de Educación
Universidad Viña del Mar
La realización de un mega evento deportivo como los Juegos Sudamericanos, Mundiales, Pana y Para-panamericanos u Olímpicos, constituyen una oportunidad única para que los países anfitriones proyecten una imagen positiva, relevante y distintiva a nivel nacional e internacional. Esta oportunidad les brinda un espacio para demostrar su capacidad organizativa, de gestión y ejecución, cuyos beneficios se traducen en diversos indicadores y aspectos tangibles como el legado y desarrollo en infraestructura, transporte, inversión y comercio, entre otros elementos fundamentales para el estatus global de un país o ciudad específica.
Sin embargo, la organización de estos eventos conlleva una alta responsabilidad y cuidado al momento de postularse. Existieron numerosos casos de países anfitriones en los que las consecuencias resultaron desastrosas, tanto desde una mirada económica como política. En muchas oportunidades se ha cuestionado el grado de transparencia del país organizado, tal como sucedió en Atenas 2004, cuando una empresa de telecomunicaciones fue investigada por un caso de sobornos. Junto a esto, muchas de las instalaciones construidas para los Juegos Olímpicos en ese momento no se están utilizando y se encuentran en estado de completo deterioro, calificados como “elefantes blancos”.
Hoy culmina nuestra fiesta continental de Santiago 2023, un evento panamericano de gran envergadura, que, orgullosamente fue organizado por nuestro país. Este evento reúne a miles de deportistas de diversas razas, naciones, ideales, capacidades y creencias, todos persiguiendo un objetivo común: la gloria deportiva. Además de esto, fuimos testigos directos de cómo el deporte promueve la armonía, la comprensión y la paz entre los distintos pueblos, y cómo nos unimos y entendimos durante estas semanas alentando a nuestros deportistas y selecciones.
Desde el punto de vista económico, cultural y logístico, hace décadas era impensable imaginar llevar a cabo un evento con estas características y dimensiones. Sin embargo, con esfuerzo, dedicación, determinación, unidad y voluntad, a pesar de algunos inconvenientes, hemos logrado llevar a cabo esta tarea titánica de manera exitosa. En esta ocasión, quisiera destacar algo que va más allá de un legado tangible y que no se podrá medir a corto o mediano plazo. Me refiero al legado educacional y cultural sobre los valores del olimpismo que nos dejarán estos Juegos.
De acuerdo con la Carta Olímpica (2018), el objetivo del Movimiento Olímpico es contribuir a la construcción de un mundo pacífico y mejor mediante la educación de los jóvenes a través del deporte practicado de acuerdo con el olimpismo y sus valores. Justamente esto es lo que hemos experimentado estas semanas: el deporte como catalizador de la unidad. No hay nada más eficaz que predicar y educar mediante el ejemplo. La verdadera educación en valores y la promoción de la paz y la unidad van más allá de un plan de estudios o un currículo; son cuestiones que deben ser ejecutadas, practicadas y cuidadosamente entrenadas como cualquier movimiento o técnica deportiva. Al parecer- como sociedad- finalmente estamos poniendo en práctica estos principios que tanto necesitábamos.
Como país, estamos tomando conciencia del verdadero legado y trasfondo que implica la práctica deportiva. Coubertin, el padre del olimpismo moderno, señalaba: “la educación atlética ejerce, por lo menos, idéntica acción sobre la moral que sobre lo físico y si, por un lado, desarrolla los músculos, también forja el carácter y la voluntad; en una palabra, produce hombres”.
En este sentido, Santiago 2023 demostró ser una fuente de esperanza que trasciende de los logros deportivos alcanzados por nuestras selecciones, resaltando el compromiso con la inclusión, la accesibilidad y la igualdad, conceptos que habíamos dejado al olvido por un tiempo, estamos tomando conciencia de que cuando nos unimos y escuchamos, somos capaces de generar cambios significativos. Este evento se ha convertido en una valiosa lección que, casi sin darnos cuenta se ha transformado en un aula de aprendizaje, enviándole un poderoso mensaje al mundo de lo que somos capaces y esto es EDUCACIÓN.
Comprendiendo el concepto de “universidad” más allá de una institución de formación de profesionales en áreas específicas, los invito a adoptar una perspectiva más amplia y menos reduccionista. Hoy, debemos sentirnos orgullosos de ser una institución que proclama con firmeza su compromiso con nuestros deportistas. La Universidad Viña del Mar, (UVM), ha entendido la relevancia fundamental del deporte y de aquellos valientes estudiantes- deportistas que se atreven a enfrentar los desafíos deportivos. Ellos nos ayudan a entender y vivir verdaderamente el significado profundo de “universidad”, al representar los valores humanos que ninguna aula puede transmitir por sí sola. Contamos con ejemplos notables, como María José Maillard, más conocida como la “Coté”, estudiante de la carrera de Entrenador Deportivo, actual campeona del mundo en canotaje y doble medallista de plata en estos Juegos Panamericanos y, Fernanda Aguirre, la “Feña”, también estudiante de la misma carrera, quien ha obtenido medallas panamericanas y sudamericanas a lo largo de su trayectoria. Estos son sólo algunos ejemplos de los y las estudiantes que integran nuestra prestigiosa lista.