Llegó el fin de las parcelas de agrado

Publicado el at 7:48 am
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Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”

En julio se publicó un instructivo del Ministerio de Agricultura, a través del cual se ordena al Servicio Agrícola y Ganadero, que no apruebe ningún proyecto más correspondiente a las Subdivisiones de Predios Rústicos (SPR), Decreto Ley 3.516, que regula la subdivisión de predios rústicos que terminan convirtiéndose en proyectos inmobiliarios.

En buen castellano, el gobierno le está poniendo un freno a las parcelas de agrado, propiedades rurales que tienen un mínimo de cinco mil metros cuadrados y que se transforman en verdaderos terrenos urbanos, ya que su única utilidad es construir una o dos casas en la parcela.

Por muchos años, este sistema permitió que en los campos que rodean las principales ciudades de Chile, especialmente en las zonas de playa y lagos, se subdividiera un fundo en lotes de cinco mil metros, dando lugar a lo que se han llamado parcelas de agrado, un lugar donde una familia ocupa con especial confort un terreno amplio para vivir.

Según el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, existirían 300 mil parcelas, de las cuales solo 79 mil pagan impuestos. Pero el tema de los impuestos no ha sido la razón fundamental del congelamiento de subdivisiones porque, como lo ha dicho el ministro Carlos Montes, “la preocupación fundamental es que no siga habiendo subdivisiones no sustentables, que no tengan solidez, fundamento; y es necesario ver qué se hace con aquellas autorizadas por el SAG, pero aún no vendidas, como se asegura que no hay construcciones, porque para eso tienen que tener cierta autorización”.

El gobierno quiere que las subdivisiones sean sustentables y que no afecten la producción agrícola, forestal o ganadera. Y para lograrlo está desarrollando una propuesta para llevarla al Congreso y transformarla en ley.

Creemos que el gobierno debe preocuparse de las infinitas tomas que hay a lo largo del país, así como también de la subdivisión de parcelas que no tienen ningún tipo de urbanización, en las que se instalan casas sin luz, sin agua y sin alcantarillado. También debiera haber un estudio (que no existe) sobre hasta dónde debieran extenderse las parcelas de agrado y ponerles un límite cuando corresponda, conforme a las propuestas del Plan Regulador Comunal. Pero querer congelarlas de un plumazo es afectar a miles de familias que están buscando otra manera de vivir, en el campo, con otra calidad de vida y otras opciones.

El desarrollo armónico de nuestras ciudades es un tema municipal, pero también lo es del Estado, a través de los correspondientes ministerios. Lograr que la planificación urbana pueda hacer convivir a las casas con los edificios, a las poblaciones con los bordes (carreteras, línea férrea, cerros o ríos), a los centros comerciales periféricos con sus comunidades, a las parcelas de agrado con la ciudad.

Congelar, prohibir, desinstalar cabe en tomas o en ocupaciones que atentan contra el ecosistema, la sustentabilidad y el equilibrio con la naturaleza. Donde se colocan casas que después van requerir de grandes inversiones municipales que nunca estuvieron previstas.

Hay todavía por delante una gran tarea para hacer que nuestras ciudades sean mejor vividas, para que nuestras comunidades puedan desarrollarse lo más armónicas posibles.

La ciudad es nuestra “patria chica” y ahí el Estado debiera tratarnos como trata a la capital. Sin un Chile descentralizado y con inversión en provincia, nunca seremos un país en desarrollo.

 

 

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