El principal problema que tienen los políticos en campaña es acertar con la cantidad de votantes que hará el esfuerzo de levantarse de la cama y salir de su casa para ir a votar.
La condena a los abusos que han cometido los políticos se está expresando en un contundente rechazo de la ciudadanía hacia todos los que tienen poder, hacia los que viven de los dineros del Estado y que además, pueden disponer de los recursos que a través de los impuestos aportamos todos los chilenos.
También hay un rechazo hacia los empresarios que a través del dinero compraron a los políticos para que legislen a favor de sus intereses.
La crisis es profunda, aún no dimensionada por el mundo político, que cree que haciendo reuniones con todos los partidos políticos, y emitiendo declaraciones obvias e inútiles, pueden calmar la indignación de la población. Ese remedio que nos dieron fue peor que la enfermedad.
El panorama es desalentador. Una vez más el desprestigio recae en todos los políticos, sin distinción de colores ni tendencias, la ciudadanía los considera (y los condena) a todos por igual.
Los políticos no han propuesto nada sólido para que la ciudadanía vuelva a pensar en respetarlos. No hay rebaja en la dieta, no hay controles externos a los gastos parlamentarios, no hay descuento para los que no asisten, no hay fijación de dos períodos máximos de representación, no hay profesionalismo en la dictación de leyes, no hay transparencia como para que ya todos los que tenían y tienen boletas falsas lo hubieran declarado ante la opinión pública. No tienen recursos para pagar los nuevos senadores y diputados, por lo tanto, aumentarán el gasto público.
Si la abstención llega al 70%, los políticos perderán casi toda representación popular (…) significaría que muchos podrían resultar electos con el 10% real de los votos, lo que sería un escándalo para nuestra democracia”.
Ya el actual Congreso Nacional y la Presidencia se eligieron con la mitad de los votos de los chilenos, porque la mayor cantidad de votos la obtuvo la ABSTENCIÓN, que sobrepasó el 50% en todo el país. Fue la mayor crisis de legitimidad de los políticos en toda la historia de Chile.
En las elecciones municipales de octubre del 2016 el porcentaje de abstención ascendió al 65%. Si la abstención llega al 70%, los políticos perderán casi toda representación popular, porque quedarán con un universo del 30%, que restando los votos del oponente, significaría que muchos podrían resultar electos con el 10% real de los votos, lo que sería un escándalo para nuestra democracia.
La solución para los políticos será como el chiste de Otto y Fritz. Cuando Otto le pregunta a Fritz qué hará ahora que sorprendió a su mujer en el sillón de la casa con otro hombre, Fritz le responde con seguridad que venderá el sillón y se acabará el problema.
Lo más probable es que nuestros políticos quieran vender el sillón proponiéndonos una ley para restablecer el voto obligatorio. Si se atreven a hacerlo, debieran ser capaces de medir la posición de la ciudadanía a través de un plebiscito, antes de votar cualquier ley de este tipo.
En todo caso, tendremos ese plebiscito en unas semanas más.