La masiva llegada de haitianos a nuestro país en búsqueda de oportunidades laborales, sin duda, ha generado un impacto en la sociedad. Es que para nadie es indiferente lo que está sucediendo en materia de inmigración y por eso los debates frente al tema pasaron a ser algo habitual entre los chilenos.
Algunos dicen que se deben tener mejores políticas públicas para recibirlos, otros que hay que controlar mejor el ingreso al país o incluso existen los que simplemente creen que hay que deportarlos (sí, los hay). Pero finalmente, más allá de la postura que sea, todo queda en eso: en un debate, en una discusión de pasillo o en un comentario de Facebook. Nada más.
Por eso me impactó cuando conocí a dos mujeres que fueron más allá. Que, sin ni siquiera pensarlo ni discutirlo, acogieron de inmediato a los haitianos que se les acercaron a pedirles una mano. ¿Por qué darle más vueltas al asunto? Ellas actuaron y, sin dudarlo, notaron que este es un problema que requiere de ayuda inmediata, sin tiempos para los análisis y las discusiones que poco aportan.
Hay que humanizar el problema. No podemos seguir hablando de la inmigración mirándola solamente desde los números y desde el concepto estereotipado”.
Se trata de Norma Sanhueza y Yessenia Contreras, dos comerciantes limachinas que se han transformado prácticamente en las madrinas de un grupo de haitianos que vive en la comuna. Ambas han sido las articuladoras de la comunidad haitiana, buscándoles un lugar para reunirse, barajando alternativas de trabajo, comunicándose con las autoridades para conseguir ayuda, creando campañas con otros comerciantes para recopilar artículos de necesidad básica, entre otras labores.
Las pongo a ellas como ejemplo, porque creo que estas dos mujeres entendieron algo tan simple, que para el común de las personas es tan complicado: hay que humanizar el problema. No podemos seguir hablando de la inmigración mirándola solamente desde los números y desde el concepto estereotipado (y racista en gran medida) que hay de los haitianos. Esa manera de entender lo que está pasando sólo genera odio, ignorancia y una horrible discriminación.
Hay que conocerlos, acercarse y hablarles. Esa es la única manera de sensibilizar con lo que están viviendo y superar las barreras que nos hemos creado como sociedad y que sólo nos distancian entre seres humanos. Así lo entendieron Norma y Yessenia, quienes no vieron en ellos unos delincuentes, ni usurpadores de empleos, ni gastadores de recursos del Estado. No. Vieron a humanos que necesitaban ayuda.
Porque esto no se trata de enfrentar ideologías, calcular impactos económicos o manifestar alguna religión específica. Este es un tema netamente de humanidad, de atender las necesidades básicas de personas que -sumidas en una situación de extrema vulnerabilidad- requieren de una mano solidaria, que lamentablemente pocas veces llega.