Los expertos proponen estrategias de planificación urbana que apuntan a disminuir las brechas de desigualdad social y potenciar la vida en la calle a través de una fuerte intervención estatal.
OPINIÓN.– Según los resultados de la encuesta del Centro de Estudios Públicos, la delincuencia es, según la población, el mayor problema y donde debiesen enfocarse los esfuerzos del gobierno incluso por sobre la salud, las pensiones, o la educación. Pero, ¿cómo se puede combatir a un enemigo que se origina de las deficiencias más profundas del sistema?
“La ciudad es un reflejo de lo que hemos construido como sociedad”, asegura Marcela Soto, académica del Departamento de Arquitectura en la Universidad Técnica Federico Santa María, quien se ha dedicado a estudiar el impacto de lo que una buena planificación urbana puede tener en una ciudad “los problemas de delincuencia, si bien son multifactoriales, esencialmente representan el resultado de una política de segregación y cualquier medida que no las ataque de raíz, las dejará en la superficialidad”, indica.
En ese aspecto, la arquitecta explica que el Estado es el ente planificador por excelencia del territorio “el control sobre el espacio público está relacionado con el control social”, explica la profesora Soto, citando a Jane Jacobs, autora de uno de los grandes libros de urbanismo de la era moderna. “Sobre esa base es imprescindible que, para obtener ese control, se debe ser bondadoso en la mixtura de uso de los espacios urbanos. Eso quiere decir que las ciudades viven 24/7, se trabaja, se disfruta asociado al ocio, servicios y se duerme, se habita en toda la amplitud del concepto”.
El “milagro” de Medellín
En la historia de la planificación urbana, un ejemplo que suele destacarse es el de la ciudad colombiana de Medellín. Famosa en la segunda mitad del siglo XX por la proliferación de bandas criminales y carteles de narcotraficantes. Al inicio de los 2000 comenzó un proceso de transformación, el que hoy se cita como uno de los grandes éxitos del combate a la delincuencia mediante la implementación de una batería de políticas públicas, que incluyó presencia militar, treguas pactadas con bandas criminales, pero también urbanismo e inversión social.
“Se establecieron, primeramente, inversión en transporte público de mediana masividad que llegaran a áreas altas e irregulares de ciudad, como los teleféricos, servicios de cultura como museos, bibliotecas, complejos deportivos, así como servicios educacionales como jardines infantiles, entre otros”, relata Marcela Soto, explicando que el objetivo del alcalde de Medellín era que la ciudad fuese la “más educada del país”, a través de la planificación urbana y a través también de una gestión y acciones concertadas que terminaron en proyecto importantes y robustos en materia pública.
Estas medidas redujeron el porcentaje de homicidios y criminalidad, históricamente muy elevado, de manera drástica. “El combate a la criminalidad no se trabajó solo teniendo más policías o cerrando calles; se trabajó, junto a ellos sí, pero a través de la planificación urbana, generando espacios públicos y en pro de la equidad”, sentencia.
En ello pone algunos matices el arquitecto, Nicolás Valenzuela, académico de la USM asegura que “no hay una bala de plata para acabar con la delincuencia” y que, en ese sentido, la planificación urbana es útil para recuperar espacios que territorialmente han sido tomados por actores ilegales, pero el control territorial del Estado es un fenómeno complejo.
“El control territorial es fundamental para sostener actividades de carácter criminal como el narcotráfico, por lo que es imprescindible su recuperación territorial por parte del Estado para debilitar las estructuras que permiten el crimen”, concluye.
Transporte público
Tal como la profesora Soto, el Dr. Valenzuela asegura que las políticas restrictivas y centradas en la mayor presencia policial, no son suficientes por sí solas a la hora de la recuperación de los espacios públicos. “Calles vacías y personas atemorizadas funcionan a favor de la proliferación del crimen organizado. El Estado debe cumplir un rol para que haya vida en dichos espacios. Que aparezcan oportunidades, organizaciones, atractivos que incluyen comercio establecido que esté registrado y pague impuestos. Este tipo de cosas generan que exista control comunitario de los espacios públicos, que se fortalezca el orden social, y que sea menos costoso enfrentar a actores ilegales”, asegura Valenzuela.
Una de las medidas puntuales en relación con la planificación urbana, es el transporte público, indica. En ese aspecto, tanto Medellín como la ciudad de La Paz en Bolivia, constituyen ejemplos de cómo el transporte público permitió sortear dificultades de origen geográfico en América Latina. Una dificultad que hoy afecta a ciudades locales como Viña del Mar o Valparaíso. En esta última asegura que hay “una falla de la planificación, una energía desbordada por habitar en los cerros sin necesariamente una planificación como tal”.
En ese aspecto, Valenzuela señala que la construcción o ensanchamiento de los caminos, medidas que suelen “venderse como soluciones” a la desconexión de ciertas zonas periféricas, no son necesariamente la respuesta adecuada. “Invertir en autopistas o avenidas de muchas pistas genera más movimiento del transporte motorizado privado, pero no accesibilidad, que es clave en la recuperación de los espacios públicos. No sirve llenar de zanjas con autos que nos trasladan a la periferia y que posteriormente están todo el día estacionados colapsando las calles de los sectores donde se genera trabajo”, finaliza.