Aunque la recomendación es quedarse en casa, muchos caleranos siguen yendo al centro sobre todo durante la mañana
LA CALERA.- El devenir cotidiano de La Calera, así como de todo el país, ha cambiado en los últimos dos meses. Los efectos de la pandemia del Coronavirus se han dejado sentir en todo ámbito y también en el escenario diario de una comuna que presenta características especiales, quizás diferente a otras, fundamentalmente por su componente humano.
Las medidas implementadas para evitar el contagio del virus Covid-19, como el uso de mascarillas, la cuarentena voluntaria y la distancia social, marcan la tónica hoy en la ciudad. Si bien muchos cumplen estas normas sociales y de salud, hay otros que por obligación laboral o para cumplir con obligaciones, siguen yendo a las calles del centro de la comuna.
Las cosas han cambiado y lo que se observa en muchos locales comerciales que mantienen sus puertas abiertas son las filas. Supermercados, bancos, oficinas o locales comerciales de cualquier tipo, han debido cambiar sus hábitos de atención de público, evitando las aglomeraciones en su interior. Lamentablemente, esas aglomeraciones se producen afuera, donde muchos hacen eternas filas para pagar cuentas o comprar algún producto.
También, en busca del sustento diario, se mantienen en las veredas aquellos comerciantes que habitualmente le dan su sello a calles como Prat, J.J. Pérez o Carrera, ofreciendo sus tradicionales productos como lentes, ropa o libros. Aunque también hay algunos que variaron el “giro” y los que ofrecían calcetines o carcasas para celulares, hoy venden mascarillas o alcohol gel.
Las calles de la ciudad se mantienen activas, casi con “normalidad”, hasta cerca de las 16 horas. Después de ese horario, el silencio se toma las principales vías comunales. Baja el movimiento de vehículos y se observan muy pocos transeúntes. Farmacias, supermercados y panaderías siguen abiertas para cubrir elementos de primera necesidad.
A medida que las horas pasan, casi nadie se mueve en La Calera, algo que evidencian los conductores de colectivos de la comuna, que casi no tienen pasajeros, sufriendo los efectos de esta situación en sus bolsillos. “Está mala la cosa”, es la frase más repetida por ellos.
A ratos La Calera pareciera ser la misma, pero claramente no lo es. Da la impresión de que aún falta para que el colorido de las calles vuela a ser el de siempre y que los gritos de una vereda a otra de viejos conocidos se repita. Por ahora, como en muchas otras ciudades, la postal más repetida de La Calera es la de las filas y mascarillas.