La resurrección de Diego Portales y su extraño y largo funeral

Publicado el at 30/05/2017
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opinion de funador del diario el observador
Roberto Silva Bijit / Periodista – Fundador de “El Observador”

Los muertos casi siempre se mueren para siempre. Cuando pasa mucho el tiempo, terminan muriéndose definitivamente. Nada como el tiempo para pasar, decía Vinicius de Moraes. Y es que el tiempo, siempre tan insistente, termina borrándolo todo.

Ya nadie se acordaba de la tumba de Portales, es decir, del lugar donde alguna vez depositaron sus restos. Como era hombre importante, en vez de sepultarlo en el mausoleo familiar, lo llevaron con honores a la Catedral Metropolitana y allí lo dejaron, junto a los grandes de la Patria, a O’Higgins, Carrera y otros ilustres. Pero por viejas odiosidades, alguien lo trasladó a un lugar de abandono y sacó su placa de mármol. En una remodelación del lugar, aparecieron sus restos, causando conmoción pública y desatando una ola de comentarios (sólo gracias a exámenes de médicos legistas se pudo establecer que era su cuerpo).

Pero Portales tuvo un funeral muy raro. No por lo importante del personaje, sino raro por la forma y el tiempo que se demoraron en sepultarlo.

Revisemos la historia.

A pesar que tantas personas le dijeron que no fuera porque podría sufrir un atentado en su contra, el porfiado Ministro del Interior y de Guerra viajó a Quillota, donde llegó la tarde del 2 de junio de 1837, (el viernes se cumplen 180 años del famoso motín). Se quedó a dormir en la casa del Gobernador Morán, a media cuadra de la plaza, en calle San Martín 336, en esa hermosa casa que hoy es Monumento Nacional y que se encuentra al lado de la sede de San Luis. Allí durmió su última noche en paz.

le disparan 6 tiros a quemarropa, pero sólo dos le dan en el cuerpo (cómo estarían de ebrios)”.

Al día siguiente, 3 de junio, fue a pasar revista a las tropas acantonadas en Quillota y que se preparaban para la guerra contra la Confederación Peruano-Boliviana. Ahí vino la frase que pasó a la historia: “Dese preso Ministro”, le dijo el coronel Antonio Vidaurre y lo detuvo. Sus hombres se amotinaron porque no querían ir a la guerra con los vecinos del norte. Portales es engrillado, o sea, se le ponen esposas en una herrería, para impedir todo movimiento. Lo hacen en una sala de herrajes que tenía el convento de Santo Domingo, frente a la Plaza de Armas.

Esa noche, en un birlocho, el capitán Santiago Florín se lo lleva en dirección a Concón, por el camino que iba orillando el río Aconcagua. Pasan por varios fundos, donde comen y beben hasta el amanecer. Llevan a un Ministro preso y andan de parranda, casi ausentes de la crisis que han provocado en el país. Lo llevan junto a Necochea, su secretario. Viajan el día 4 y 5 en esas mismas condiciones, pasan por detrás de lo que hoy es Viña del Mar y caen el día 6 de junio al sector del cerro Barón, en Valparaíso.

Ese fatídico 6 de junio se enteran que el Ejército derrotó a los amotinados. Entonces deciden matar al Ministro Portales. Lo bajan del birlocho y le disparan 6 tiros a quemarropa, pero sólo dos le dan en el cuerpo (cómo estarían de ebrios). Florín ordena que le claven bayonetas y los soldados lo rematan con 35 bayonetazos.

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Restos de Portales, encontrados en la Catedral de Santiago el año 2005. Imagen: Urbatorivm

 El cuerpo es enviado a la Iglesia Matriz de Valparaíso, donde le sacan el corazón y lo guardan (un resabio indígena para valorar a los hombres importantes). Después sería llevado a la Iglesia del Espíritu Santo, que estaba frente a la plaza Orrego (actual plaza Victoria) y donde fuera fusilado Vidaurre. Esa iglesia es demolida después del terremoto y el corazón en un ánfora con forma de copón, es llevado a la Catedral de Valparaíso, donde se encuentran actualmente. También el corazón de Portales estuvo algunos años extraviado o guardado en alguna bodega olvidada.

El 7 de junio el Gobierno del general Prieto, ordena trasladarlo a Santiago. Se estima que en esos días el cuerpo fue embalsamado y por eso se encuentra en tan buen estado de conservación.

El 16 de junio, el médico Emilio Cazentre, le practica una completa autopsia, que arroja datos precisos sobre la forma como se ensañaron con el Ministro. Incluso descubre que le enterraron un sable.

Portales -por fin- descansa en paz en la Catedral de Santiago… aunque su agitado corazón se quedó en Valparaíso”.

Vuelve el cuerpo a Valparaíso, desde donde sale un solemne cortejo fúnebre el 5 de julio (¡un mes después!). Ese día lo despide del puerto un gran temporal. El cortejo va recorriendo diferentes ciudades, donde se le rinden honores. Seguramente los políticos de la época quisieron aprovecharse del asesinato para obtener apoyo al gobierno de turno y por eso hicieron ese largo show.

El 13 de julio la caravana mortuoria llega a Santiago y dos días después, el 15 de julio de 1837, es sepultado en la Catedral de Santiago. O sea, lo sepultan 40 días después de muerto.

De allí lo trasladan y se les olvida poner su lápida. El cuerpo queda en una tumba desconocida. Ahora lo encuentran por casualidad. El pago de Chile vuelve a ser realidad… La historia se cierra con una nueva sepultación, realizada con todos los honores de un Ministro de Estado. Portales -por fin- descansa en paz en la Catedral de Santiago… aunque su agitado corazón se quedó en Valparaíso.

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