Por Roberto Silva Bijit
Fundador Diario “El Observador”
Se terminó el año. En unos días más pasaremos al 2025. Un amigo me decía que el tiempo corre ahora más veloz, tal vez tenga razón. Todo está más rápido. Todo se acaba pronto.
Ahora que los alcaldes y los Concejos Municipales elegidos ya están trabajando por sus respectivas comunas, parece conveniente entregar los datos de una encuesta que realizó la Escuela de Sicología de la Universidad de Los Andes, preparada para las elecciones municipales.
Primer dato: ocho de cada diez personas confían poco o nada en su municipio. Una cifra muy alta de desconfianza, que llega al 78% de los ciudadanos. Un 36% no tiene nada de confianza y un 42% tiene poca confianza. Un 19% tiene bastante confianza y un 2% confianza absoluta.
La encuesta abarcó preguntas en directo a 1.209 personas, que representan los cinco niveles socioeconómicos del país, entre Arica y Punta Arenas.
Para partir digamos que la desconfianza en las instituciones públicas ha crecido enormemente en estos últimos años, que nuestros líderes no se han portado a la altura de las complejas circunstancias que vive Chile.
Lo malo es que se trata de la primera institución de servicio que tienen los ciudadanos. ¿Qué porcentaje de la población ha ingresado al municipio? ¿Cuántos le habrán dado la mano a su alcalde? ¿Cuántos conocen a los que integran el Concejo Municipal? ¿Cuántos han presenciado un concejo?
Lo cierto es que una gran parte de la población no tiene otro contacto con el municipio que la extracción de basura que le hacen una o dos veces por semana. Hasta ahí llega la relación. Los alcaldes deberían considerar más a los barrios y realizar la reunión de concejo, al menos una vez al mes, fuera del edificio municipal. Compartir con los vecinos organizados, escucharlos, levantar un plano de inquietudes, dialogar más abiertamente con el barrio, concurrir a terreno con los directores de servicio y hacer que ellos participen en las soluciones.
Los municipios debieran tener claridad sobre lo que necesita, requiere, pide o exige cada unidad vecinal de la comuna. De ese modo la planificación y la prioridad de determinadas acciones, pasaría por el colador de los vecinos.
También hay que subir las exigencias para ser alcalde. Ya no basta con tener cuarto medio, es mucho lo que hay que manejar para que tenga tan poca preparación. Hay que pensar que cada vez que el alcalde se sienta a una reunión con sus directores de servicio, todos ellos -por exigencia de la ley- deben tener título universitario. Hay que emparejar la cancha para arriba.
La misma encuesta, mide la percepción sobre las juntas de vecinos. Es peor que con el municipio. Un 79% de los encuestados manifestó su desconfianza con la organización y con los dirigentes de las juntas de vecinos. Las causas de esta falta de entusiasmo por las juntas es que la mayor parte de las organizaciones vecinales son ineficientes ante los requerimientos de los vecinos. Consideran que les falta una mayor competencia porque no tienen los recursos necesarios.
Los concejales debieran tener repartidas las juntas de vecinos para poder actuar en forma más eficiente, dándole a cada una la atención que sea necesaria.
Todo el aparato municipal debiera tener encuestadas las necesidades de los vecinos y contrastarlas con las iniciativas que ellos tramitan en el Concejo. Si las diferencias fueran muy altas, estaríamos ante un municipio que no interpreta las necesidades reales de los vecinos.
La encuesta sirve como dato. No es una verdad a fuego. Hay buenos alcaldes, regulares y malitos. Estas cifras de desconfianza debieran hacerlos reflexionar sobre la necesidad de un diálogo permanente con los vecinos.
Éxito para nuestros municipios para este año 2025, porque el éxito de ellos es también el bienestar nuestro.
Y para Usted, un abrazo de papel, con todo mi afecto y alegría de estar juntos compartiendo estas letras impresas. Feliz Año, prosperidad y alegría para los doce meses que vienen.
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